De la mano de la condición actual del mercado mundial de la energía han pasado muchas cosas en estos años. La invasión que no quisieron hacer en el 91 se ha realizado, con incierta fecha de estabilización, aunque con relativo avance sobre la zona productora del sur de Irak. Un vecino nuestro juega al emperadorcito, al otro polo (como dijo en un estrafalario discurso en su reciente visita a Rusia) del poder de nuestro hemisferio occidental y nuestro país desarrolla frenéticamente su búsqueda para no volver tan pronto a la condición de importador neto de crudo.
El vaivén alrededor de la barrera psicológica de los US$70 mantiene animosos los pedidos del carbón del norte del país, barato y mucho, mientras que los grandes duros de la agroindustria colombiana rivalizan por la preferencia para su producto en materia de alcoholes carburantes (van ganando los azucareros). La palma africana, lugar común de los proyectos productivos ofrecidos a las zonas agobiadas por la violencia, recibe hoy gran impulso con todo y la controversia asociada, en parte también por la expectativa del mercado de los Joules.
En mi reciente viaje vacacional a Santa Marta, capturé algunas imágenes de ese paisaje tan singular de la Troncal del Magdalena. Las sabanas ganaderas del margen de una de las selvas más duras y amenazadas del país, con el tamaño descomunal de los predios típicos de allí. Los pasajes de clásicos incidentes de violencia como las matanzas de La Lizama (la de los comerciantes) y La Rochela (la comisión judicial que investigaba la anterior); momentos claves de la historia del paramilitarismo de los 80. Sabana de Torres, Aguachica, Pelaya; escenarios pasados de tensión entre grandes emplazamientos agroindustriales, movimientos sociales y guerrillas. El aparente"florecimiento" de pueblos casi fantasmas hace una década (Pailitas, Curumaní) o dignos de la tensión de un "duelo en el corral OK" o cualquier clásico de esos. Las facilidades viales para la extracción del carbón de la Jagua de Ibirico y la vertiginosa transformación de la vista de las zonas bajas de la gran Sierra Nevada de Santa Marta, en su costado occidental (por otros lados también hay líos similares).
En una de las zonas más críticas de la degradación vial por las tractomulas carboneras, había unas señales con el texto: "peligro, zona de asentamientos". Antes, en tierra de pimpineros, vi uno muy cómico de "gasolina a $100 menos" a menos de cincuenta metros de una estación de servicio. Vi pequeños parches de eucaliptos en uno de los tramos y recordé la función principal de esas coníferas es desecar cuerpos de agua (también recordé el pendejo ese que le respiraba al micrófono en la exitosa serie "paz verde", cuando defendía las gimnospermas con la imagen de un hongo en una corteza, como si un colibrí tuviera algo que chupar en la piña de un pino). Además de las muchas vistas lacrimógenas (como el peladito ofreciéndome tres loritos prisioneros, junto a un peaje), es notorio el tizne adquirido por las playas cerca al puerto de la Drummond, más cierta turbiedad del agua en algunas playas.
En Geología llamábamos salida de bus a las prácticas de campo que cubrían grandes recorridos en cortos plazos. Implicaban pocas caminatas y se observaban rasgos regionales, con pocas observaciones directas en los afloramientos. Esta vista evoca parcialmente esa superficialidad, pero en general son reconocibles hechos relevantes sobre los cambios sociales y ambientales de estas regiones. Claro, como diría Guhl, cuanto más se sabe más se ve.
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