Con todo y lo que ya he dicho también asistó a actos multitudinarios. Por tres etiquetas y veinte mil pesos asistí al concierto de Gwen Stefani. Las restricciones a la entrada de ciertos objetos metálicos se veían exóticas entre tanta beautiful people y tanta bad girl. Una curiosidad fue la manifestación contra coca cola, en ningún momento abucheada o descalificada o reprimida (al menos mientras yo vi e hice cola). Las campañas de veto al consumo de la macabra bebida han tenido poco impacto en las ventas y no deja de ser curioso para un observador externo que un sindicato promueva el descrédito del producto de una empresa a la cual no renuncia. Sin trivializar el tema de los homicidios de sindicalistas ni las fórmulas utilizadas en el cambio de concesionario; pienso que esa sigue siendo una idea dura de vender.
De todas maneras el cuadro era extraño. A fe que muchos recibieron y leyeron interesados el volante y nadie los interpeló. Igual, el ambiente de indiferencia fue contundente sin ser grosero.
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