miércoles, julio 04, 2007

La arrogancia

En algunos negocios y carteleras la gente pone pequeñas charadas, chistes, decálogos, oraciones, recortes, caricaturas, etc., con cierto aire moral o de filosofía barata o de la otra. Cuando la "Olla" de las artes gráficas quedaba todavía en el entorno de la carrera once con calle séptima, vi uno muy particular mientras esperaba un corte:
Si se siente muy importante dese una vuelta por el cementerio, allá hay gente mucho más importante que usted y el mundo sigue igual
Macabro, sin duda. Algo así me recuerda también cierto cuadro que me pintó algún ciudadano chino sobre la condición individual de él y sus congéneres, en un país con semejante cantidad de habitantes.
A propósito del reciente debate sobre la masacre de los diputados secuestrados, leí algunos comentarios de ciertos apologistas de las Farc, especialmente de sus felonías. Hay una tendencia que converge a excusar cualquier atropello con la persistencia en abstracto de las injusticias sociales. Poco más o menos, mientras no haya universal y garantizada cobertura de total felicidad para el 103% de la población, cualquiera puede agarrar a patadas a niños de tres años, envenenar acueductos, extorsionar mendigos, eviscerar cadáveres o lo que se le de la gana; invocando que mediante tales actos se conseguirá esa singular condición. Otra es la de la "autoridad moral". Quien no haya estado en medio del fragor del fuego indiscriminado, en las condiciones más inconfortables del más malsano trópico, queda inhabilitado para cuestionar moralmente el homicidio, la tortura y la mentira perpetrados por los forjadores de la nueva Colombia. Emparentada con la primera hay la que trivializa el salvajismo fariano con el inventario de las hazañas y los males de los no farianos; la paja en el ojo ajeno, la excusa multifuncional.
Quizás la más peligrosa de todas es la antítesis de la clásica retórica victimista, la retórica arrogante. La que se declara siempre fuerte y victoriosa, desprecia al débil, se burla de los reclamos y siempre encuentra en las derrotas de la razón el principal pretexto para insistir en la fuerza. Ya es bien poco modesto pararse uno en su individualidad ante el devenir de occidente, de su economía y su pensamiento, de sus intrincadas redes sociales y declarar llanamente que todo eso está mal y debe estar como a uno se le ocurre, y a quien no le guste al hueco. Bueno, esa es la política en lo esencial. Pero el desarrollo prolongado de esa mentalidad sobre la vida de tanta gente lleva a extremos aberrantes ese delirio.
Dudo mucho que las Farc congracien la devolución de los cadáveres de los diputados. El tiempo entre la fecha reportada y el comunicado, más el desprecio que tienen ante ese derecho que ni siquiera conceden a la mayoría de su base combatiente, son elementos suficientes para ser pesimistas al respecto. Muy mal.

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