Hoy es 9 de abril. En 1948, para la misma fecha y culminada la Conferencia Panamericana que dio origen a la Organización de Estados Americanos (OEA), fue asesinado el político liberal Jorge Eliécer Gaitán, a lo cual siguió un levantamiento masivo y desordenado que culminó con una matanza nunca dimensionada y la destrucción de buena parte del centro histórico de Bogotá. Las siguientes semanas se presentaron pequeñas y grandes insurrecciones en poblaciones de Cundinamarca, el Magdalena Medio y otras regiones. Alguien escribió que ese fue el comienzo del siglo XX para Colombia, aludiendo a que aquí no se presentaban grandes conmociones y que ya nada fue como antes.
El Bogotazo es una referencia obligada de la historia de las violencias en Colombia. Las izquierdas tienden a presentar una supuesta continuidad entre las guerrillas liberales de los tiempos que siguieron a ese acontecimiento y su propia acción, contando ese homicidio entre las afrentas que les debe la historia. Cierto sector del Partido Conservador, del cual era opositor el caudillo asesinado, insiste en la leyenda de que la presencia de Fidel Castro en Bogotá obedecía a la responsabilidad de la Conspiración Comunista Internacional en el crimen.
Gaitán fue uno de esos personajes moldeados por esa época loca de los años veintes. Pasó por la política estudiantil como universitario y estudió en Italia, para volver como gran líder y agitador, temido penalista y congresista memorable. Su paso por la Alcaldía de Bogotá terminó en estruendoso fracaso y su restante carrera política se vio afectada por la división interna de su partido y la reanudación de la violencia partidista, especialmente en las provincias. La imagen del líder revolucionario amado por las masas ha hecho de él un ícono gustador a las izquierdas. Quienes han escudriñado en su pensamiento político y económico se estrellan con un populismo nada liberal (y remotamente socialista) y con cierto dejo traído de las corrientes que dominaron a Italia en los años posteriores a su retorno a Colombia.
Escribí sobre el tema, después de pensar un rato sobre una desafortunada justificación para una bestialidad ocurrida hace un par de días en Bogotá. La excusa historicista, aun seductora para algunos, suena tanto más estridente en medio del olvido total de los hechos que supuestamente se evocan, además de la evidente impertinencia.
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