No alcancé a enterarme anoche del adelanto de las vacaciones. Ingresé a mi sitio de trabajo y dialogué con varios profesores, quienes no me anticiparon nada sobre el tema de la asamblea que seguía. Supe luego de la orden de desalojo, antecedida por la entrada a la fuerza de un sector de los bloqueadores. Cuando salí me acerqué un rato para escuchar de qué hablaban en la asamblea, la cual - ya sin el confort del Auditorio - no contaba siquiera con quinientos asistentes (por dar un número optimista). Ante una situación tan contundente, como es el contraste entre un lunes de gran afluencia de estudiantes, con motivo de la reanudación de las clases y la patética soledad creciente de la asamblea; sus inefables líderes persisten en culpar a terceros y en anunciar la continuidad de los bloqueos cuando se reabra la Universidad. Como siempre, los grandes y más profundos temas son los logísticos: quiénes van a hacer no se qué en Transmilenio, la propuesta de escribir consignas en los billetes, participación en la Marcha programada por el "Comité de Emergencia" contra la cumbre del G8 (en serio) y en la del 8 de junio "día del estudiante revolucionario y antiimperialista" (dejémoslo en caído) y demandar a la Universidad por la pérdida de unas carpas en el desalojo ("preferimos perder una carpa...").
El liderazgo del megáfono es químicamente incapaz de evaluar un quiebre como el que ha tomado la situación. El viernes no vislumbró el alcance político de las movidas presidenciales y fue lento para reaccionar a la noticia del atentado contra el Viceministro (de hecho hoy aun discutía su conveniencia, cuando es un asunto de elemental coherencia). Sobre este último punto, se deja enredar por parte de un émulo de Cerebro ("Un mundo que ganar"), quien encuentra muy brillante proponer que se hable de "autoatentado". De verdad, me tomé el trabajo de escuchar completa la asamblea para ver si me podían sorprender, si me podían hacer sentir equivocado acerca de los asertos de viejito excéptico que he expuesto inspirado en la experiencia. Me decepcionaron. La incapacidad de las altas lumbreras del bloqueísmo para analizar una situación política real y hablar y actuar con inteligencia. La persistencia engolosinada con una ficción de poder que no se fundamenta en un reconocimiento de la propia condición ni una identificación inteligente del adversario, ni los posibles aliados relevantes. La ausencia de agenda propia por parte de los estudiantes movilizados, quienes dependieron de la programación del paro del Polo, de las marchas de Fecode y de la arrogancia de varios agentes particulares. Eso me encontré.
Ante una situación física tan lapidaria (que ahora el bloqueado es el Campus) se decanta el hecho de que muchos participantes de asambleas y campamentos dejan de recibir el auxilio paterno para parar, por haberse divulgado en prensa que hay vacaciones. Los vendedores informales se estrellan con la inesperada caída de sus ventas, los estudiantes de otras ciudades son llamados por sus familias a que retornen, los turistas de la revolución comienzan a cambiar de tema y la atmósfera da cuenta del resto (primero sol de lluvia y luego chaparrón). La Policía en presencia blanda (Fuerza Disponible cerca, ESMAD lejos y autocontrol ante el estallido de petos en el Uriel), mientras los paristas reafirman su rechazo a "... la violación a los derechos humanos por parte del gobierno en el marco de la política de seguridad democrática [¿cuáles marcos exceptúa?], la estigmatización, amenaza y asesinato de estudiantes, trabajadores y profesores...", vacilando - eso sí - para condenar algo tan palmario como el atentado personal contra un interlocutor natural de su protesta (de hecho el Viceministro preside el Consejo Superior Universitario cuando no va la Ministra).
Hace unas semanas una expresión de corte clandestino y autodeclarada por fuera de la legalidad, condenaba en un comunicado escrito la firma de un acuerdo con el gobierno por ilegal. Las multitudes han sido domadas en varios momentos de todo esto por la veneración que profesan al discurso jurídico. Así como hace año y medio la muletilla de moda para los chistes era el "carácter vinculante", esta vez todos nos convertimos en tinterillos. Allí, una de las facetas truncadas del desarrollo académico de la situación. Los superlativos de los abogados, los magistrados, están acostumbrados a que el dinero se falla, se sentencia, se decreta; pero no saben cómo se produce. El mayor vuelo que toma un movimiento como el triestamentario en asuntos de política económica es la discusión de porcentajes, nunca la oferta de ideas para que entre nuevo dinero. Un ex Rector comentó alguna vez (como se puede leer en la pésima transcripción incluida en las memorias de la "Cátedra de Vida Universitaria") que la Universidad colombiana era una gran facultad de Derecho, donde se habituaba al estudiante de cualquier disciplina a demandar, exigir y parlamentar, pero descuidando la vocación del conocimiento y la oferta de ideas productivas. Con los acontecimientos de los últimos días me resulta inevitable interpretar que todo esto ha sido la reedición de esa condición perniciosa.
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