domingo, mayo 20, 2007

Veinte años

Hace veinte años, para estas fechas, estuve de viaje (y qué recuerdos aquellos). Más o menos entonces comenzó lo que parecía ser la gran reivindicación de la esquina más horrenda de la arquitectura bogotana. En la esquina suroccidental de la avenida 30 con calle 13, se levanta el edificio del banco cafetero, una caja gris con falsas ventanas (vale decir, sin ventanas). En mayo de 1987 comenzaron a quitarle los vidrios cuadrados de la cara oriental, para reemplazar esa fachada por vulgar pañete. La ilusión de que por fin cambiaran esa porquería me mantuvo con una sonrisa cada día que pasé hasta que se consumara la decepción. Ahora que hay puente vehicular uno puede ver el botadero de cajas fuertes en el patio trasero de ese esperpento. Esa es la zona del antiguo matadero distrital y de las unidades de detención provisional (a donde lo pueden llevar a uno por "alto estado de excitación" para soltarlo a las dos de la mañana muerto del susto, menos mal soy frío e inconmovible). Cerca de allí le raponearon el Rollex a un personaje de la farándula televisiva y pusieron una de las primeras cámaras de vigilancia, ennegrecida por la polución. Había también un centro médico del Seguro Social (al nororiente), en el cual los médicos solían curar a las malas la llaga en la pierna de un mendigo, quien luego se la destapaba, pues era su fuente de sustento.
Antes de ponerle puente a ese cruce, de ahí a la 45 eran veinte minutos en bus, hoy son menos de diez y en Transmilenio cinco. No muy lejos tampoco, algo más de diez cuadras arriba, vine yo al mundo. En la misma clínica donde nacieron muchos de mis conocidos y cerca de los parqueaderos de las empresas de transportes, desde donde uno viajaba antes de que pusieran el terminal, el cual era novedad hace veinte años. Cuando la sacada en masa de los ñeros de El Cartucho y su ubicación temporal en el viejo matadero; el comercio de la zona bloqueó vías y los rechazó, aunque la arremetida contra los ladrillos y la ornamentación del edificio abandonado movió más la voluntad de la administración distrital que los reclamos de los comerciantes. Son varias edificaciones inconfundibles de la época que hoy, con su abandono o cambio de uso, dan cuenta de sucesos. La del Seguro, un poco más al norte la sede de Nepomuceno Cartagena e Hijos, los espacios de los antiguos locales de plásticos y químicos, trasladados después de lo de Transmilenio, Alkosto y Carrefour (este último donde quedaba un gran depósito de partes CKD para la planta de Mazda). Alguna vez, cuando trabajé cerca a la planta de Grasco, caminé mucho por esos lares, merendé en los puntos de venta de fábrica de los vendedores de pan empaquetado, recibí degustaciones de vino de manzana y me salí de ahí también corriendo. Ya casi no tengo a qué asomar por ahí, aunque a veces lo hago de manera subterránea. Eso es algo que también cambió.

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