Entrando a la Universidad no asistí a tiempo a la asamblea de mi departamento, por una información errónea que recibí. Desvié al León de Greiff, donde - con lleno a reventar - Víctor Manuel Moncayo, el Ex-Rector amigo del pueblo y el Senador de la República, Jorge Robledo; insistían en sus arengas contra el gobierno y, los actuales directivos y disfrutaban de la afluencia de quienes hoy creían que retornarían a clase (después de una ausencia contundente la semana que pasó) y pudieron acceder al Campus a pesar de la dramática noticia del cierre. Moncayo insistió en exigir que el Rector demande, en que él lo hizo dos veces y que - aun el "uribista" Marco Palacios lo hizo -. Robledo ni merece alusión; un tipo que reconoce que no ha presentado en tantos años de representación parlamentaria más de dos proyectos y que se ufana más bien de haberlos hundido; que dice sin reato mentiras tan vulgares como que FECODE está en paro, cuando los que tiene al frente de las tomas y paros son los alumnos, en tanto los asociados y federados firman asistencia para no afectar su salario; un sujeto que oculta deliberadamente el papel de los rectores en el lobby al Plan (carameleando a los asistentes con que su labor fue oír a estudiantes y trabajadores); en fin...
Mi punto de hoy es la camiseta que algunos actores ocultan debajo de la camisa. Tildar de uribista a un Rector o a un Ex-Rector, insinuando que su actuación administrativa obedecía a intereses políticos externos a la Universidad significa cuestionar su respeto a la Autonomía Universitaria. Mi pregunta es: ¿Acaso Moncayo no tenía una camiseta de esas? Su primera Rectoría comenzó en el Gobierno de Ernesto Samper Pizano, la consulta a la Comunidad Universitaria (no elección, y a quien todavía abrigue dudas, léase bien el Decreto Presidencial 1210 de 1993 y después hablamos) no la ganó y venía de ser Decano de Derecho (también en tiempos de ese gobierno, siendo presidente del Consejo Superior Universitario Jaime Niño Diez, Ministro de Educación), cargo en el cual andaba cuando negó la última solicitud de reingreso a la Universidad que hizo Jaime Garzón Forero (eso sí, fue ofreciendo el León como sala de velación cuando lo mataron y magnánimamente le concedió el grado póstumo). Durante su primer período, las relaciones con los parlamentarios; tan frías por la tradicional petulancia de la única Universidad autónoma del país y por sus dos antecesores, tipos académicamente solventes y reacios al jueguito politiquero; florecieron, se afianzaron. Un año antes de posesionarse, un fuerte paro de trabajadores exigió el cumplimiento de lo que se llamó la nivelación salarial, ordenada por la Corte Constitucional. Guillermo Páramo, entonces Rector, repartió el dinero otorgado para ello con prioridad a los empleados con menor asignación salarial, disminuyendo el incremento de abajo hacia arriba y exceptuando al equipo de Rectoría, "por elemental decoro". No mucho tiempo después de posesionado el abogado Moncayo, se fue subiendo el sueldo como el 300% (ese que dicen que van a subir las matrículas). La verdad el Rector de la universidad más importante del país debería tener una asignación más alta, pero hay formas de formas. Uno de sus rivales en la aspiración a ese cargo era José Fernando Isaza, quien declinó su candidatura explicando que no convenía a la Universidad tener un Rector peleado con el Presidente (¿sí o qué?) y que él estaba agarrado de las greñas con Samper por una movida extraña BP-Grupo Empresarial Bavaria (lío por el cual Isaza renunció a la Junta Directiva de Ecopetrol).
La de Moncayo fue la Rectoría de la socialbacanería realmente existente. Eventos de ONGs internacionales contra el Plan Colombia, lobby de su colaborador Leopoldo Múnera para hacer más "social" la participación europea en dicho Plan, marchas con aval institucional contra el Plan de Desarrollo de Pastrana, demandas al Estado por el presupuesto de la Universidad, liderazgo institucional para atender casos de Derechos Humanos estudiantiles, con dos fiascos incluidos (Kike y Lina, los desaparecidos reaparecidos del 1997 y Diana Salamanca, falso caso un año después). Pero Horacio Serpa perdió las presidenciales de 1998 con Andrés Pastrana y Moncayo y su camarilla sindical tenían el alma empeñada y perdieron la boleta. Todo fue un enredo, los Ministros de Educación le hacían la vida imposible en los Superiores y él se desquitaba en los estrados, mientras sembraba el mito del Rector cursi-consciente-izquierdoide-chévere. A quienes nos gusta la historia nos da a veces por comparar con el turno de Luís Carlos Pérez en los 70 (socialista, amigo de León de Greiff, tuvo de Decano de Derecho a Umaña Luna). Qué desastre. O con Gerardo Molina (el mismo que le dijo a José Obdulio Gaviria que se fuera a trabajar con Álvaro Uribe Vélez, el liberal rebelde que se había distanciado de Bernardo Guerra Serna), Rector de tiempos de "El Bogotazo" (también más de malas).
El moncayato fue un tiempo de componendas, como la que le agradece el físico particulero paisa Roberto Martínez en su carta a su profesor de mecánica analítica en la de Antioquia. Cuando vino la ocasión de volverse a postular (2000) ya tenía una burocracia estudiantil (Cátedra de Vida Universitaria o "Cátedra Paco") en su nómina para que le hiciera la campaña de la consulta. Pero la consulta real, la de los políticos, la llevaba perdida y el liberalismo le cobró caro el empujoncito (salir de sus Decanos de la Sede Medellín y remover a Alejo Vargas de la Vicerrectoría General). En esa etapa lidió con lo del patrullero asesinado en un tropel, época en la cual su vehemencia no quiso asomar a la Fiscalía a acompañar a su locuacidad. Chicharrones como lo de los morteros y el posterior allanamiento abusivo al Campus (que incluyó la incautación de materiales de estudio, incluido el Laboratorio de Aeronáutica en Ingeniería Mecánica). A esas alturas no levantaba cabeza. Siendo presidente Uribe, lanzó su intento de tercerear dignidad, debido a la pobre cohesión de sus colaboradores, más proclives a rivalizar por el cargo que a unirse en torno a una figura. El activismo se casó con llamar elección a la consulta, buscando dejar el hecho como excusa política para reclamaciones posteriores. Pero leyó mal, las reglas decían que la consulta seleccionaba terna y – si el objetivo era dejar por fuera a Palacios – bastaba con repartir los votos que le dieron a Moncayo con otros dos candidatos y facilito dejaban al enemigo del pueblo por fuera y con apego a las reglas de juego. Entonces vinieron las marchas, los campamentos, las tutelas (una casi pone al salvador Víctor Manuel a posesionarse cuando ya andaba en vueltas de jubilación) y lo que se sabe.
Pregunto: ¿Son Palacios, Fayad o Wasserman más uribistas de lo que Moncayo fue Samperista o Pastranista? ¿Necesitaron las demandas de Moncayo al Plan de Desarrollo de Samper y la de Palacios al de Uribe paros indefinidos como el que hoy se prolonga?
P.D. Luis Fernando, gracias por las referencias y los consejos. Prometo regenerarme de mis problemas de síntesis. En parte los textos extralargos han buscado también dejar por escrito cosas que he relatado oralmente hasta el cansancio de mis interlocutores y que busco dejar en algún sitio, más allá de la situación actual. Soy consciente de la necesidad de ser más centrado cuando controvierta y trabajaré en ello.
Mi punto de hoy es la camiseta que algunos actores ocultan debajo de la camisa. Tildar de uribista a un Rector o a un Ex-Rector, insinuando que su actuación administrativa obedecía a intereses políticos externos a la Universidad significa cuestionar su respeto a la Autonomía Universitaria. Mi pregunta es: ¿Acaso Moncayo no tenía una camiseta de esas? Su primera Rectoría comenzó en el Gobierno de Ernesto Samper Pizano, la consulta a la Comunidad Universitaria (no elección, y a quien todavía abrigue dudas, léase bien el Decreto Presidencial 1210 de 1993 y después hablamos) no la ganó y venía de ser Decano de Derecho (también en tiempos de ese gobierno, siendo presidente del Consejo Superior Universitario Jaime Niño Diez, Ministro de Educación), cargo en el cual andaba cuando negó la última solicitud de reingreso a la Universidad que hizo Jaime Garzón Forero (eso sí, fue ofreciendo el León como sala de velación cuando lo mataron y magnánimamente le concedió el grado póstumo). Durante su primer período, las relaciones con los parlamentarios; tan frías por la tradicional petulancia de la única Universidad autónoma del país y por sus dos antecesores, tipos académicamente solventes y reacios al jueguito politiquero; florecieron, se afianzaron. Un año antes de posesionarse, un fuerte paro de trabajadores exigió el cumplimiento de lo que se llamó la nivelación salarial, ordenada por la Corte Constitucional. Guillermo Páramo, entonces Rector, repartió el dinero otorgado para ello con prioridad a los empleados con menor asignación salarial, disminuyendo el incremento de abajo hacia arriba y exceptuando al equipo de Rectoría, "por elemental decoro". No mucho tiempo después de posesionado el abogado Moncayo, se fue subiendo el sueldo como el 300% (ese que dicen que van a subir las matrículas). La verdad el Rector de la universidad más importante del país debería tener una asignación más alta, pero hay formas de formas. Uno de sus rivales en la aspiración a ese cargo era José Fernando Isaza, quien declinó su candidatura explicando que no convenía a la Universidad tener un Rector peleado con el Presidente (¿sí o qué?) y que él estaba agarrado de las greñas con Samper por una movida extraña BP-Grupo Empresarial Bavaria (lío por el cual Isaza renunció a la Junta Directiva de Ecopetrol).
La de Moncayo fue la Rectoría de la socialbacanería realmente existente. Eventos de ONGs internacionales contra el Plan Colombia, lobby de su colaborador Leopoldo Múnera para hacer más "social" la participación europea en dicho Plan, marchas con aval institucional contra el Plan de Desarrollo de Pastrana, demandas al Estado por el presupuesto de la Universidad, liderazgo institucional para atender casos de Derechos Humanos estudiantiles, con dos fiascos incluidos (Kike y Lina, los desaparecidos reaparecidos del 1997 y Diana Salamanca, falso caso un año después). Pero Horacio Serpa perdió las presidenciales de 1998 con Andrés Pastrana y Moncayo y su camarilla sindical tenían el alma empeñada y perdieron la boleta. Todo fue un enredo, los Ministros de Educación le hacían la vida imposible en los Superiores y él se desquitaba en los estrados, mientras sembraba el mito del Rector cursi-consciente-izquierdoide-chévere. A quienes nos gusta la historia nos da a veces por comparar con el turno de Luís Carlos Pérez en los 70 (socialista, amigo de León de Greiff, tuvo de Decano de Derecho a Umaña Luna). Qué desastre. O con Gerardo Molina (el mismo que le dijo a José Obdulio Gaviria que se fuera a trabajar con Álvaro Uribe Vélez, el liberal rebelde que se había distanciado de Bernardo Guerra Serna), Rector de tiempos de "El Bogotazo" (también más de malas).
El moncayato fue un tiempo de componendas, como la que le agradece el físico particulero paisa Roberto Martínez en su carta a su profesor de mecánica analítica en la de Antioquia. Cuando vino la ocasión de volverse a postular (2000) ya tenía una burocracia estudiantil (Cátedra de Vida Universitaria o "Cátedra Paco") en su nómina para que le hiciera la campaña de la consulta. Pero la consulta real, la de los políticos, la llevaba perdida y el liberalismo le cobró caro el empujoncito (salir de sus Decanos de la Sede Medellín y remover a Alejo Vargas de la Vicerrectoría General). En esa etapa lidió con lo del patrullero asesinado en un tropel, época en la cual su vehemencia no quiso asomar a la Fiscalía a acompañar a su locuacidad. Chicharrones como lo de los morteros y el posterior allanamiento abusivo al Campus (que incluyó la incautación de materiales de estudio, incluido el Laboratorio de Aeronáutica en Ingeniería Mecánica). A esas alturas no levantaba cabeza. Siendo presidente Uribe, lanzó su intento de tercerear dignidad, debido a la pobre cohesión de sus colaboradores, más proclives a rivalizar por el cargo que a unirse en torno a una figura. El activismo se casó con llamar elección a la consulta, buscando dejar el hecho como excusa política para reclamaciones posteriores. Pero leyó mal, las reglas decían que la consulta seleccionaba terna y – si el objetivo era dejar por fuera a Palacios – bastaba con repartir los votos que le dieron a Moncayo con otros dos candidatos y facilito dejaban al enemigo del pueblo por fuera y con apego a las reglas de juego. Entonces vinieron las marchas, los campamentos, las tutelas (una casi pone al salvador Víctor Manuel a posesionarse cuando ya andaba en vueltas de jubilación) y lo que se sabe.
Pregunto: ¿Son Palacios, Fayad o Wasserman más uribistas de lo que Moncayo fue Samperista o Pastranista? ¿Necesitaron las demandas de Moncayo al Plan de Desarrollo de Samper y la de Palacios al de Uribe paros indefinidos como el que hoy se prolonga?
P.D. Luis Fernando, gracias por las referencias y los consejos. Prometo regenerarme de mis problemas de síntesis. En parte los textos extralargos han buscado también dejar por escrito cosas que he relatado oralmente hasta el cansancio de mis interlocutores y que busco dejar en algún sitio, más allá de la situación actual. Soy consciente de la necesidad de ser más centrado cuando controvierta y trabajaré en ello.
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