lunes, mayo 07, 2007

Para la foto

En mi última visita a la Feria del Libro compré menos tomos de los que permitía mi presupuesto por un ataque de sensatez práctica. En general mis libros son mis ángeles y mis demonios y no los compro por metros ni para balancear colores en mis anaqueles. Una novela, una antología poética de Pessoa en edición bilingüe, una edición de El Banquero Anarquista con un par de adicionales, un librito de electromagnetismo y un antiguo recetario de hechicería. Ayer regalaron un pocotón de libros en el estadio para lograr una foto y rematar un embeleco como simpático pero particularmente paradójico, la memoria de la declaración de Bogotá como "capital mundial del libro".
No se cumplieron los vaticinios malalechosos que algunos hicimos sobre la suerte del regalo. Mis ojos ya han presenciado el triunfo rampante de la anomia en varias ocasiones y me conduelo de ver morir violentamente un libro. A lo más me parece aceptable con el reciclado de los directorios telefónicos o casos así. Uno extremo que vi no fue causado por una multitud, sino por una víctima de un despecho. Las mesnadas de hormonas y dolores convergieron en ese crudo sacrificio de una colección personal de cierto autor (con ediciones de Siruela para arriba). Todavía me estremece y me intimida esa monstruosa escena.
Ahora seguiré con la lectura del primer clásico de mi interés que me encuentro en el sitio de libros de google. Como es de Conrad, ando colgado en mi léxico naviero en inglés, pero está deliciosa la experiencia, aunque responde al desarrollo de un momento espiritual algo macabro.

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