Culmina la jornada electoral para el legislativo colombiano. Es evidente el triunfo arrasador de las corrientes cobijadas por la imagen del actual presidente. Ha resucitado el Partido Conservador, tras casi dos décadas de subsistencia vergonzante, pese a que uno de los más emblemáticos hijos pródigos - Enrique Gómez Hurtado - quedó (por fin) por fuera del Senado de la República. No se pueden extrapolar con facilidad los resultados de hoy a las presidenciales, pero todo parece indicar que la reelección será un hecho, posiblemente en una sola vuelta. La abstención para estas corporaciones suele ser más alta que para la presidencia, esta vez esto fue más notorio. No veo, lamentablemente una evolución esperanzadora de la mentalidad que llevó a los resultados de hace cuatro años. Me temo que una gran cantidad de personas, especialmente los jóvenes debutantes en la experiencia del sufragio, está dispuesta a comprar la idea de la redención por la vía de un líder infalible, preclaro y místico, de que momentos como estos precisan soslayar la reflexión para dar paso al entusiasmo adulador y a la renunciación, opción no recomendable en el amor y fatal en la política.
Un lugar común de nuestros análisis políticos de fin de semana y de nuestros buenos propósitos de las noches de cambio de año es el deseo de ver una población que vote habiendo evaluado los aspectos programáticos y no por simpatías irracionales o favores. Esa simple quimera, que comenzó por ser considerada discurso subversivo hasta volverse hipócrita bandera de muchos viejos actores de la política, disfrazados de novedad como si sus apellidos no estuvieran ya trillados; es algo harto difícil de conseguir. Las soluciones no son rápidas y el arrebato las posterga aun más. Apostar por el retorno al sectarismo, elevar irresponsablemente las expectativas de una contienda a la cual se llega en tan clara desventaja, equiparar este singular episodio a una batalla de la guerra del fin del mundo; nos puede dejar maltrechos y sin corazón y sin razón para imaginar mejores mundos. Paralelo a las pasiones políticas, la vida sigue y se supone que aspiramos a vivirla en lugares que tenemos que compartir; aun con quienes tenemos como contradictores, o especialmente con ellos. Sin negar que el país vive una nueva oleada de intervención de mafias en la vida de la gente, en las economías rurales y urbanas, en los derechos políticos elementales, lo cual dificulta jugar al uso público de la razón; es importante trabajar mucho por educar a través de la convivencia, del ejemplo, del desarrollo íntegro de la vida en sociedad. Por oscuras que sean las nubes, tenemos la obligación de vivir cada día al día y mirar hacia adelante, con inteligencia e imaginación.
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