Lo malo de poder avistar la repetición de ciertos eventos, en contextos distintos pero cíclicos al fin y al cabo, es que se evidencia en uno esa condición tan poco apreciada, la veteranía. Hay frases, gestos, que resultan ser como covers, como variaciones sobre un mismo tema. Hoy tuve que volver sobre un ritual, conocido de memoria, solo que visto desde una de las otras orillas. Sin embargo no me reconocí totalmente en esa liturgia, lo cual me preocupa un poco más. Cuando resulta tan fácil poderse diferenciar de una réplica del propio pasado, se siente uno hermanado con esos contra quienes quiso ser rebelde.
El vacío de la cuestión no es tan formal, no es texto ni rollo. Por momentos es como el implacable principio de incertidumbre, no una limitación en nuestra percepción sino una condición intrínseca de nuestro universo. No me sale repetir frases que no quise atender en mi momento; sé que son conclusiones que demandan praxis, vivencias; no son cosas de memorizar y recitar. Pero la tentación a comunicarse es grande, por momentos preñada de ínfulas de bondad y fatal redención.
¡Coño! ¡Qué decadente! Me miro a mí mismo desde un ángulo exótico, fantasmagórico, diacrónico. Habría un modo más interesante, pero no doy para tanto.
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