Hoy se conmemora con día feriado la declaración de independencia de Colombia. El 20 de julio tiene lugar el desfile militar más importante del año y se inicia la legislatura de cada año en el Congreso. También es la fecha de referencia para leerle la carta astral al país y el nombre de un barrio popular de Bogotá, con una famosa iglesia muy visitada por la fama de milagroso de su divino niño de Praga. Veintejuliero es el mote que se gana un tipo particular de discurso, de arenga pasional que invoca la pobreza y su redención. Francamente no sé si el origen tiene que ver con el carácter popular del barrio o por la anecdótica proclama de José Acevedo y Gómez en 1810, la que hablaba de los momentos de "efervescencia y calor".
La otra independencia, la de Cartagena de Indias, nada más amerita una fiesta de la cual solo tiene resonancia el reinado nacional de la belleza, el cual selecciona a la representante de Colombia para Miss Universo; con todo y que fue más atrevida porque pretendía independencia total de España, no solo de los Borbones. La de Mompox, en cambio, nadie la menciona, ni tiene feriado propio. Recuerdo que hace unos años alguna mano grafitera tapó parte del nombre del Parque de la Independencia en el centro de Bogotá, quedando como parque de la dependencia.
Desde que subió Álvaro Uribe al gobierno, la conmemoración de esa fecha viene antecedida de un gran despliegue de paranoia en los barrios céntricos de Bogotá. El sacrosanto Transmilenio sufre la interrupción de su operación o su racionamiento, se emplazan soldados, policías y auxiliares bachilleres por varias vías y se proclama la ley seca y otras restricciones.
Yo entiendo que, con los antecedentes de violencia política de mi amada patria, cuando la historia de mi familia tuvo gran influencia por los duros avatares que hacían que el color de la corbata fuera visto como adscripción partidaria y convertía a su portador en blanco fijo de las pasiones políticas; con todo eso se prohiba la venta y consumo de alcohol alrededor de las fechas electorales. Pero que esa prohibición sea una prevención creíble ante actos terroristas, no me lo creo. Vendría a ser como que alguien, porque se emborrachó, decidió volverse guerrillero, fue a su casa a sacar ese mortero que tenía guardado bajo la cama y lo disparó contra los maquillados rostros de las fuerzas especiales.
Listos, la seguridad presidencial tiene que ver con la no circulación de peatones ni automovilistas por las inmediaciones del centro, tanto que la carrera séptima quedó permanentemente vedada entre las calles séptima y once por cuenta de tantos fantasmas que asedian la labor del mesías. ¿Pero a son de qué me prohiben a mí comprar unas cervezas en un supermercado a tres o cuatro kilómetros de distancia?
En fin, hoy es el día en que celebramos no ser más españoles de segunda mano sino colombianos de tercera. Campeones en número de países que nos exigen (y nos niegan) visa y nos revisan el colon en los aeropuertos. Día de colgar la bandera y ver películas malas en la televisión nacional (qué adjetivo más desacertado). Me voy a caminar un rato.
La otra independencia, la de Cartagena de Indias, nada más amerita una fiesta de la cual solo tiene resonancia el reinado nacional de la belleza, el cual selecciona a la representante de Colombia para Miss Universo; con todo y que fue más atrevida porque pretendía independencia total de España, no solo de los Borbones. La de Mompox, en cambio, nadie la menciona, ni tiene feriado propio. Recuerdo que hace unos años alguna mano grafitera tapó parte del nombre del Parque de la Independencia en el centro de Bogotá, quedando como parque de la dependencia.
Desde que subió Álvaro Uribe al gobierno, la conmemoración de esa fecha viene antecedida de un gran despliegue de paranoia en los barrios céntricos de Bogotá. El sacrosanto Transmilenio sufre la interrupción de su operación o su racionamiento, se emplazan soldados, policías y auxiliares bachilleres por varias vías y se proclama la ley seca y otras restricciones.
Yo entiendo que, con los antecedentes de violencia política de mi amada patria, cuando la historia de mi familia tuvo gran influencia por los duros avatares que hacían que el color de la corbata fuera visto como adscripción partidaria y convertía a su portador en blanco fijo de las pasiones políticas; con todo eso se prohiba la venta y consumo de alcohol alrededor de las fechas electorales. Pero que esa prohibición sea una prevención creíble ante actos terroristas, no me lo creo. Vendría a ser como que alguien, porque se emborrachó, decidió volverse guerrillero, fue a su casa a sacar ese mortero que tenía guardado bajo la cama y lo disparó contra los maquillados rostros de las fuerzas especiales.
Listos, la seguridad presidencial tiene que ver con la no circulación de peatones ni automovilistas por las inmediaciones del centro, tanto que la carrera séptima quedó permanentemente vedada entre las calles séptima y once por cuenta de tantos fantasmas que asedian la labor del mesías. ¿Pero a son de qué me prohiben a mí comprar unas cervezas en un supermercado a tres o cuatro kilómetros de distancia?
En fin, hoy es el día en que celebramos no ser más españoles de segunda mano sino colombianos de tercera. Campeones en número de países que nos exigen (y nos niegan) visa y nos revisan el colon en los aeropuertos. Día de colgar la bandera y ver películas malas en la televisión nacional (qué adjetivo más desacertado). Me voy a caminar un rato.
2 comentarios:
Una leve coincidencia en el título del post o es que estamos en plena efervesencia de nuestra creatividad colectiva...jaja...Bacano. Buen blog.
Agradezco tu comentario en la pileta, aprovechando la pretendida libertad de opinión que quizás es la idea de la celebración por el día de la independencia nacional. Saludos, y por acá volveré.
Publicar un comentario