sábado, julio 29, 2006

Guayabo

La verdad ni en mis tiempos de rumba viví en serio el malestar post borrachera, guayabo, resaca o chuchaqui, como lo llaman en quechua. Me refiero al otro eufemismo por guayabo, el que asocia el epílogo de la juma con desamor, con insatisfacción, con aburrimiento. Me inspira esta situación la experiencia de la noche anterior. Visité una zona de Bogotá por donde no pasaba hace por lo menos veinte años, el entorno de la séptima como con 170, hospital Simón Bolívar y colegios con nombres alusivos a tormento de religiosa. Por viejos resabios ideológicos, de esos que se dejan pero que persisten en el acento, uno tendía a pensar que la ciudad vivía el abandono en su extremo sur y que el norte era todo cuidadito y pinchado. Obvio que ya hace años sabía de la degradación del espacio en la esquina nororiental, por los boquetes de la explotación minera y las consecuencias geotécnicas de la misma combinada con la deforestación y la urbanización irracional de las laderas; pero me sorprendió el contraste entre ese ángulo feo de la pomposa localidad de Usaquén con la faceta ostentosa. De hecho vi ambas cosas como siendo tan parte de lo mismo; en particular uno de los límites, donde el baldío mal tenido del entorno de una cantera empalma con un par de estrafalarios edificios, de esos con vidrio de espejo; caros pero igual de feos a los barrios de la loma.
El abandono del entorno es patente, la ausencia de andenes bien cuidados, de semaforización adecuada, la forma tan veredal de comportarse los policías (vi una camioneta de la policía desembarcar a unas seis colegialas a las cuales llevaba en el platón, en plan no propiamente legal). Nada que ver con el mito de la "ciudad que queremos", la que "encontró su camino". El actual proceso de desarrollo de esa localidad es un nuevo capítulo de la mentalidad corroncha* que tanto transformó la cara de muchas ciudades intermedias y de la misma Cali, diez o quince años atrás. Es el legado de las urbanizaciones sin urbanismo y sin urbanidad.
La noche fue rematada por una peregrinación al centro solo, fantasmagórico. Último viernes del mes, pero como que no pagaron. Para completarla, viví la angustia de la pobre provisión de buses del inefable transmilenio sobre las horas de cierre del sistema. Una auténtica desgracia.
En otros temas, don Luis Noé Ochoa comentó en El Tiempo sus impresiones sobre la noticia de la semana. Coincido con su lectura del asunto. Bueno, yo intuía que mi juego de palabras al respecto no podía ser único ni original, más bien era inevitable. Por cuenta de la columna de Ochoa terminé leyendo las confesiones de Tola y Maruja, las cuales no vi hace una semana por andar de viaje.
Glosario:
* Corroncho es un adjetivo usado en la costa Caribe colombiana para aludir a estrafalario o de mal gusto.

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