lunes, noviembre 19, 2007

Sano, mono, no me raye

Me entero de la amenaza a la seguridad ciudadana que entran a representar los miembros de las fuerzas del orden... de los primates, por cuenta de la destrucción de sus bosques. La inquietante imagen evoca la ficción de Pierre Boulle, por cuenta de otra familia. Las pandillas de neodescamisados, intocables por motivaciones metempsicóticas, robando, abofeteando e induciendo al clavado suicida; la marginalidad pentadáctila insurrecta; todo eso da vértigo. No son tan chusmeros nuestros arborícolas del Magdalena Medio; allí el orden que manda es de otro tono. Más al norte las únicas marimondas que llaman la atención cantan goles o despiden la precuaresma. Respecto a los de la India, quién sabe qué medidas se les puedan ocurrir a los funcionarios. Uno de aquí, fijo les remite un oficio donde los invita a generar una cultura y a un montón de genéricos antecedidos de la muletilla "es un poco [insertar entelequia, opcionalmente en forma de verbo infinitivo]", como en las plantillas de los jueces de paz y de familia, el vecino les manda una misión y les regala unos bolos (pero, pensándolo bien, de pronto aturdiéndolos con whisky se los puede llevar a otro lado, si hay para dónde).
En fin, la vida empuja y sin modales. Chernóbil hoy es territorio salvaje con todo y su cadena trófica cargada de veneno radiactivo, los osos de anteojos se escabullen de cazadores y censos, en tierras más bajas, donde uno que es cuadriculado no imaginaría ver a un otavaleño vendiendo sacos y bufandas (pero por allá parchan, para esos ciudadanos del mundo no hay Chimichagua ni El Bagre que no pinte como mercado). En una de esas, la vida sigue.

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