domingo, julio 22, 2007

Mal de muchos

Cuando Rius era izquierdista, definió en su "Pequeño Rius Ilustrado":
Chusma: Se dice cuando el antepasado de quien escribe no estaba en el grupo.
La simpatía por las masas es sin duda interesada y circunstancial. Es fácil caer en el encantamiento de las multitudes y a todos nos ha tocado vivir la decepción de sus caprichos. Inevitablemente, se vuelve sobre el dictamen de las mayorías como fuente de razón o de autoridad; en general nos gusta pensar que lo bueno y conveniente es aceptado por la mayoría. Nuestro sistema político se fundamenta en el sufragio para ciertos cargos claves del poder ejecutivo y legislativo; mientras que la cúpula del judicial recurre a otro método electoral, pero con el pequeño universo de los parlamentarios.
El dilema a veces no es tan fácil de resolver, pero creo que estoy del lado de aceptar que, en las cosas públicas, es preferible arriesgarse a que la mayoría se equivoque a que ciertas minorías persistan en imponer sus luces. Por supuesto que nuestra idea de lo público y sus dominios es precaria en esta sociedad. Un humedal recluido en los predios de un club privado es sin duda una usurpación de un bien público, pero se pone uno a pensar seriamente qué sería del mismo al someterlo al régimen de la propiedad de nadie (que es lo noción de público que tienen muchos, especialmente los más dañinos). La verdad a mí se me aparecen imágenes nefandas.
Diagnósticos clínicos, decisiones de ingeniería, estudios de impacto, procedimientos judiciales y muchísimas decisiones críticas no descansan en el voto universal sino en consideraciones de experticia (o algunas menos racionales a veces). La administración pública tiene facetas que aparentemente tienen que ser resueltas por especialistas acreditados académicamente pero resultan mejor manejadas por quienes actúan pensando en la aceptación general; pero no siempre. Y en las excepciones hay casos realmente vitales.
Con la reciente debacle del llamado movimiento triestamentario; de la asamblea que decretaba cierres forzados de facultades y dirigía marchas y otras acciones de protesta a propósito del Plan de Desarrollo del segundo gobierno de Uribe; me encontré con ciertos viejos rasgos de esa política improvisada. La recta final de la legislatura preveía que esas eran las fechas indicadaspara generar hechos noticiosos para una presión política adicional a la que se daba dentro del Capitolio. Como muchas de esas gestas legislativas, una cosa es lo que se les dice a las masas congregadas en la Plaza de Bolívar y otra la que se juega en los pasillos aledaños al hemiciclo. Allí la consigna que manda es "yo te rasco la espalda y tú me rascas la espalda". Micos, componendas y otros juntaron las voluntades de polistas y uribistas. Los funcionarios de la protesta en la Universidad Nacional recurrieron a la fórmula efectista y arriesgada de los bloqueos. Al impedir por la fuerza la realización de las actividades académicas lograban dos cosas: una audiencia que de otra manera no podrían convocar (la multitud agolpada a la entrada del edificio) y la asistencia a su asamblea grande y a sus tareas por parte de quienes la condicionana no estar faltando a obligaciones académicas. En uno de los puntos más delirantes de su aventura, llamaron novedoso a este método. Que unos muchachos recién llegados al debate universitario se pretendan inventores del agua tibia en papeletas es normal y esperable; pero que viejos sindicalistas y profesores salgan con eso es una declaración de languidez.
Como el cuerpo directivo de la Universidad se encontraba en labores de cabildeo, buscando que los congresistas eliminaran el artículo que imponía el pago total de la obligación del pasivo pensional por parte de las universidades estatales del orden nacional; no hubo enfrentamiento inicial con ese movimiento. Salvo un incidente previo a los exámenes de admisión de pregrado, cuando se temía que la persistencia en bloqueos y la sacada recurrente de pupitres de sus lugares diera al traste con la jornada, no se intimó a los paristas a que abandonaran sus prácticas aunque se los invitó a pensar en ello. Ese momento me recuerda un primer elemento político de la situación. Los directivos llevaban meses lidiando con el Ministerio de Hacienda y el de Educación a propósito del tema. Las dificultades para pagar un par de mesadas de 2006 y el cambio de condiciones jurídicas para exigir lo que no fue tan difícil hasta 2005 hicieron que el tema se convirtiera en la preocupación central de la actual administración. A mediados del primer semestre renuncian los vicerrectores y otros funcionarios oponiéndose a la determinación de costear el déficit presupuestal para 2007 con ingresos propios bajo responsabilidad de cada sede. Al comenzar el proceso del debate al PND fueron numerosas las reuniones conparlamentarios y las acciones conjuntas con otros rectores. En todo ese tiempo la organización sindical que más protagonismo asumió no adelantó gran cosa en informar y cualificar sobre este tema. Sus denuncias hablaban de la presunta declaración de las universidades como zonas de orden público y otros temas más rigurosamente gremiales. La marcha que convocaron para el 18 de abril, con firma genérica, anunciaba el paro de comienzos de mayo pero solo trataba de lo que llaman "crisis humanitaria" y criminalización del comunidad universitaria. Ya iniciado el paro, cuando el Vicerrector de Sede explicaba la conducta de las directivas e invitaba a coordinar esfuerzos por una causa común, esa dirigencia sindical insistió en diferenciarse, en declarar que su movimiento surgió sin pedirles permiso a las directivas y que seguirían así no se permitiera el ingreso a la Universidad. El pasivo pensional, problema real, es una excusa para los políticos y ese tipo de gestos es una expresión de su mentalidad.
La versión definitiva presentada al Presidente para sanción cambió el artículo de la responsabilidad total para las universidades por una fórmula de concurrencia a definir. La espera a los pasos siguientes del problema legislativo y jurídico cambiaba el ritmo del movimiento pero la agenda de la agitación tenía ya programados nuevos eventos el 23 de mayo y la dirigencia inercial optó por persistir en sus bloqueos y su intransigencia. La Ciudad Universitaria mantuvo sola entonces. Por las mañanas cierta cantidad de gente llegaba a ver si se vislumbraba el fin del paro y aun a sentarse en el auditorio a escuchar o participar (si la dejaban). En un par de ocasiones las directivas ordenaron desalojos de los campamentistas para poder reanudar clases en la semana siguiente; anuncio ante el cual la asistencia al campus volvía a crecer, pero los bloqueos daban al traste con ella, conformándose con llenar un salón cuya capacidad es bien limitada, comprando su propia ficción de mayoría.
Cuando la rectoría buscó aval de las mayorías mediante la consulta electrónica (método controversial, desde luego), la respuesta fue más contundente que las elecciones de representante estudiantil al Consejo Superior. La dirigencia del paro quiso especular sobre conductas fraudulentas y aun arrogarse haber conseguido la abstención de la mayoría (participó la tercera parte de la comunidad convocada, a pesar de que la mayoría de las terminales para estudiantes no tenía libre acceso por culpa del bloqueo; el mensaje fue claro y contundente). Al insistir una vez más en sus bloqueos, la dirigencia enquistada del paro tiró por la borda su convocatoria. Las directivas anticiparon vacaciones estudiantiles para salvaguardar el cumplimiento de compromisos de fecha inmodificable (cursos intenacionales, escuelas de verano, etc.) y la tozudez parista se estrelló con su tamaño real. ¿Por qué un movimiento supuestamente tan masivo, se resquebrajó de un solo golpe por unas vacaciones? Es obvio que la audiencia tenía incertidumbre y al resolverse esta no tuvo más que escucharles a los directivos de Sintraunal. La mayoría bien podía querer marchar, pintarse la cara, aguantar frío en el campus; pero sobre todo iba a estar enterada del cronograma. La primera marcha en vacaciones fue dolorosa para los bloqueístas. No es lo mismo resistir tres o más horas de perorata en el confort del Auditorio León de Greiff, con la amplificación del mismo, con las sillas acolchadas, con empleadas encargadas de recoger las envolturas de alimentos y las colillas que los defensores dejaban allí todos los días; a someterse al azar de los elementos, el viento, la lluvia, el piso duro, que mi mamá no me da plata para los pasajes porque estoy en vacaciones... No es lo mismo pescar entre la multitud que vuelve a clase que tener que convocarla casa por casa, en todas las localidades, ciudades, pueblitos, hoteles, blanearios, etc.
Allí comienzan los juicios. El problema son las directivas y el sector sindical se enrancha en que toca conseguir su renuncia; gesto irrelevante en la gestión a propósito del pasivo pero triunfo político de su grupo de llegar a darse. Tras tantas semanas de contar con las facilidades de la Universidad para la reunión y comunicación, el movimiento se da cuenta que no se cualificó, que no tejió redes estables, que no diversificó audiencias ni alianzas. Durante las vacaciones anticipadas avanza nada y pretende recuperar bríos al volver. Aunque el auditorio se llena, como ya comenté, es evidente que el hechizo se ha roto. El romance con las masas llega a su fin. Algunos tratan de adornar con donaire el despecho:
Yo No Me Sentaría En Tu Mesa
by Fabulosos Cadillacs
Por más que quieras sacarnos de nuestro lugar
y pienses que solo somos un puñado de idiotas
no no podras quitarnos lo que hicimos ya
ahora somos más hermanos que antes
Ya no podras mirarnos a los ojos más
nosotros somos amigos, vos que solo estás
por más que quieras tapar toda nuestra voz,
nunca podras callar esta canción
(oh . . . oh . . . oh . . . )

Y si después no crees lo que te estoy diciendo
mira mis pies bailando al son de este ritmo
voy a vestirme de traje aunque me vea mal
voy a saltar toda la noche sin parar de silvar
está lloviendo pero yo no voy a mojar
mis amigos me cubren cuando voy a llorar
por más que quieras tapar toda nuestra voz
nunca podras callar esta canción.
(oh . . . oh . . . oh . . .)
Tomado de aquí.
Otros son menos dulces y otros deciden conmemorar la Fiesta de la Virgen del Carmen con lanzamiento de petos y la descalificación del nuevo curso de los acontecimientos. Ayer se glorificó (y aun se exageró) a la multitud, hoy se la condena.
Con el tiempo yo tuve mi distancia con la retribución hedónica de la liturgia de multitudes. No es de mi naturaleza gozar de lo homogéneo, de lo sospechosamente unánime. Admiro, desde luego, ciertos aportes estéticos ligados a la disciplina y el gregarismo, como este:

Tampoco todo lo masivo que no me gusta es homogéno. Una vez que, como etnógrafo de fin de semana, intenté analizar in situ un ritual religioso de los Bethesda huí sigilosamente después de controlar mi pánico en medio de una especie de clímax o trance colectivo en el cual cada uno de los participantes hacía su propio performance. Unos lloraban, otros brincaban o se tiraban al piso o se quedaban rígidos y la combinanción de rollos particulares, caótica, era bien espeluznante. Amo sentarme en más de una campiña a gozar de los ruidos de insectos, batracios, aves o micos sin partitura ni director; pero ese happening de los "hermanos" no me inspira paz.
Mi conflicto adolescente con ciertos apologistas a ultranza de los métodos del paro que pasó tal vez tiene que ver con un viejo dejo de una militancia olvidada. Está ligado a una vivencia llena de contradicciones, muchas de ellas harto edificantes, inquietantes, apasionantes. Era la experiencia del disenso persistente pero dinámico, orgulloso de su inteligencia. No concluía como las epopeyas esas de "el plesidente mau guio a las masas hacia su felicidad". No trataba de aniquilar ni doblegar ejércitos sino de desarrollar controversias, elevarlas y a veces desecharlas por otras más pertinentes. Con el contradictor se establecía esa experiencia, a veces al punto del rencor pero con un gozo tal por la diferencia que se abominaba la fórmula de la eliminación física. Así fueron duros golpes a esa Universidad el homicidio de Jesús Bejarano y el de Alberto Alava; con balas de diferente bandera pero de jaez semejante, idéntica.
A diferencia de la bulla litúrgica, el debate racional, el preparado y comprometido, dispone inteligentemente de las disonancias; induce dudas, incita razonamientos. Es el cromatismo de la Universidad que defendí entonces y defiendo ahora. Es la posibilidad de escuchar a quien me diga lo que creo que no quiero oír, que me rete a pensar. Son un montón de profesores con quienes pude discutir. Menciono un par de los que ya no están: José Granés y Fabio Chaparro; personas que me enseñaron en medio del disenso. Esas prácticas discursivas que pretenden hallar la coherencia en la satanización del adversario y en la homogenización de las voces, han generado personajes lánguidos y dañinos. Recuerdo una frase de cierta facción maoísta puesta en las paredes: "repudiar a las autoridades académicas que desprecian las masas". La parte chistosa era imaginarse cuántos machetazos heurísticos, cuántas consideraciones de cifras significativas, cuántos modelos físicos peligraban con esa advertencia. La parte jarta fue cuando alguno de sus seguidores compró el cuento de que esa contradicción se resolvía a los golpes y la emprendió a puntapiés contra Antanas Mockus tirado en el piso.
Manejar de manera efectista una multitud, con tonadas fáciles y sin discusión es una técnica sencilla; casi que la ejecuta un mono entrenado:

Investigar, pensar, proponer y comprometerse son cosas de más largo aliento y exigen trabajo y seriedad

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola "Vulturno"!!!, pues unaestudiosa navegaba y navegaba en la red y otra vez se encontró con usted....