Hoy fueron abaleados dos profesores de Geología cuando volvían a la Universidad con parte de la plata en efectivo de un trabajo que planeaban hacer en la Alta Guajira. Fui un rato a la clínica para ponerme al tanto y ofrecer mi solidaridad, enterándome parcialmente de algunos detalles del robo violento y de la condición de salud de los dos. Ahora reviso la forma como se dio la noticia en El Tiempo y trato de masticar un poco lo que pasó.
En principio algo anda muy mal cuando las maraña de minucias legales del manejo de dineros públicos hace que sea un lío descuadrarse por dos pesos y convierta en peculado los sobrecostos de trasladar el dinero entre sucursales bancarias o ciudades; propiciando este tipo de riesgo. La no disponibilidad de sucursales en los municipios donde tendría lugar el trabajo también contribuyó a esa decisión.
Lo segundo es si se recurre o no a la figura de la escolta policial en caso de retiros grandes y si solo con solicitarla está disponible. Si se asumió la propia cuenta y riesgo, creo que este suceso es un motivo más que suficiente para no incurrir en semejante imprudencia. De todos modos, por las características del asalto y la capacidad de fuego de los asaltantes, posiblemente la típica escolta hubiera resultado insuficiente y sería la primera en caer abaleada.
El escenario del atraco fue una de las porterías vehículares cercanas a la Capilla de la Universidad, las cuales desde hace unos años son de uso exclusivo de vehículos, lo cual las torna más solitarias y refuerza la función de patio trasero que solían tener. Se sabe que los porteros de esos puestos exhiben armas cuando se trata de intimidar a alguien desarmado y en situaciones como estas, misteriosamente se comportan inermes. Hay que destacar que el entorno exterior de estas porterías es regularmente visitado por policías en operativos de control de motociclistas (el casco y el chaleco), que son sitios preferenciales de entrega de personas detenidas por los vigilantes dentro del Campus a la misma Policía y que la ausencia de esta institución en la escena del tiroteo fue bastante sincronizada.
Por lo demás, como ya entré en el terreno de la rabia que le da a uno con estas cosas de la inseguridad, me permito suponer que alguien uniformado y con rango sabe algo importante sobre quienes hicieron esto y para dónde cogieron. Esta no es la ciudad de hace diez años; hoy hay cámaras ocultas, redes de informantes, policía cívica (cuerpo de corte paramilitar que se arroga funciones de policía judicial y tiene la costumbre de llegar de primero a todo y ser omnipresente) y frecuencias abiertas especiales donde todo mundo se entera de todo.
En principio algo anda muy mal cuando las maraña de minucias legales del manejo de dineros públicos hace que sea un lío descuadrarse por dos pesos y convierta en peculado los sobrecostos de trasladar el dinero entre sucursales bancarias o ciudades; propiciando este tipo de riesgo. La no disponibilidad de sucursales en los municipios donde tendría lugar el trabajo también contribuyó a esa decisión.
Lo segundo es si se recurre o no a la figura de la escolta policial en caso de retiros grandes y si solo con solicitarla está disponible. Si se asumió la propia cuenta y riesgo, creo que este suceso es un motivo más que suficiente para no incurrir en semejante imprudencia. De todos modos, por las características del asalto y la capacidad de fuego de los asaltantes, posiblemente la típica escolta hubiera resultado insuficiente y sería la primera en caer abaleada.
El escenario del atraco fue una de las porterías vehículares cercanas a la Capilla de la Universidad, las cuales desde hace unos años son de uso exclusivo de vehículos, lo cual las torna más solitarias y refuerza la función de patio trasero que solían tener. Se sabe que los porteros de esos puestos exhiben armas cuando se trata de intimidar a alguien desarmado y en situaciones como estas, misteriosamente se comportan inermes. Hay que destacar que el entorno exterior de estas porterías es regularmente visitado por policías en operativos de control de motociclistas (el casco y el chaleco), que son sitios preferenciales de entrega de personas detenidas por los vigilantes dentro del Campus a la misma Policía y que la ausencia de esta institución en la escena del tiroteo fue bastante sincronizada.
Por lo demás, como ya entré en el terreno de la rabia que le da a uno con estas cosas de la inseguridad, me permito suponer que alguien uniformado y con rango sabe algo importante sobre quienes hicieron esto y para dónde cogieron. Esta no es la ciudad de hace diez años; hoy hay cámaras ocultas, redes de informantes, policía cívica (cuerpo de corte paramilitar que se arroga funciones de policía judicial y tiene la costumbre de llegar de primero a todo y ser omnipresente) y frecuencias abiertas especiales donde todo mundo se entera de todo.