Las Farc son una institución, en el sentido de su persistencia en el tiempo y en su organización interna, su disciplina y la obligación de sus miembros de adorar el carácter sagrado del aparato. Como protagonistas del régimen, como una de las más perniciosas influencias de nuestra política y nuestra economía, tienen también rasgos típicos de ciertas empresas familiares, con sus delfines pintorescos e incompetentes. Su cara política y su burocracia interna están llenas de homólogos de los más abyectos personajes del otro régimen, el de la [otra] política tradicional.
Allá adentro también tienen sus Turbays, sus Bedoyas y sus Ponchos Renterías. Difícilmente autorizan que su Noemí Sanín saque el clásico gesto de "si no sabes la respuesta, sonríe"; pero sus Pachos Santos, su Jorge Alfredo Vargas, sus Pretelts, etc.; no se aguantan las ganas de pelar el cobre, menos si tienen al frente a alguna de esas mataharis del micrófono, capaces de cualquier acrobacia para hacerlos cantar.
Pero sin duda el trasunto de la torpeza y la corrupción estándar del político 'fariano' es su vocero, A. 'Raúl Reyes'. El exgerente de oficina bancaria, repetidor indolente de las clásicas fórmulas recomendadas para la militancia; como no responder por las cosas sino desviar a la maldad del contrario, o quedarse callado y mirar con cara de claymore a quien lo corche. Reyes es un recitador, no un interlocutor con quien se pueda interactuar. El rictus del sicario, que se sabe diciendo frases cargadas de amenaza y prepotencia desde la impunidad de su cargo.
Lo más grotesco del caso es la manía que tomó la prensa de tomar sus declaraciones como verdades certificadas. En un solo año vimos un video con cortes de edición, presentado en el noticiero CM&, donde Yamid Amat fingía entrevistarlo en directo desde un estudio y el tipo derramaba sus arengas sin ninguna voz que lo controvirtiera, tal como en el monólogo más sonado de este período; también la declaración de Jorge Enrique Botero, defendiendo su chisme sobre el embarazo de Clara Rojas, "Raúl Reyes me lo dijo mirándome a los ojos". Para rematarla viene una nota de El Tiempo, basada en lo que AFP le contó en español sobre un artículo en francés, a sugerir que la palabra sin compromiso ni credibilidad de semejante personaje, da para ser asumida como prueba de supervivencia de Ingrid Betancourt. Una omisión así de chiquitica: Le Figaro incluye la opinión del comité de apoyo a Betancourt acerca de qué entienden ellos como prueba de supervivencia.
Que se agarre bien fuerte Price Waterhouse, porque la credibilidad de este badulaque parece estar en un plano de infalibilidad que va a destruir su modelo de negocio.
1 comentario:
Todo es el afán periodístico de tener una buena excusa para gastar tinta y papel y justificar un sueldo.
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