Ayer comenté las características extremas de perversidad que la noticia sobre la bomba de Cali traía. La edición impresa de El tiempo trae la aclaración sobre el papel de James Fernández Sandoval en el atentado. Es decepcionante que en medio de semejante situación tan monstruosa aprovechen los artífices de la propaganda para manipular las emociones de la gente. La veracidad del escenario de un civil manipulado o engañado por las Farc para ser llevado como mula al lugar de la explosión es plausible. De hecho la sola idea de poner una bomba para herir, matar y destruir es por sí misma condenable, sin atenuantes. Pero no hay derecho a mentir de esa manera, aprovechando la lógica reacción de rechazo que asiste al público.
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