jueves, junio 15, 2006

La tormenta apenas comienza

Comenté en mi post anterior mi preocupación por la campaña de expectativa de una seguidilla de noticias que apuntaban a unos resultados sobre libreto. No estoy en la ilegalidad ni me interesa escribir apologías acerca de justas insurrecciones ni heroicas justificaciones de males necesarios. Ni métodos ni fines me acercan con ningún proyecto armado de corte subversivo, sea su subversión la de la destrucción del presente sistema económico, o la de su supuesta defensa sustentada en la aceptación social de líderes de las economías ilegales. Tengo claro que la persecución que hagan las autoridades policiales y militares de mi país contra quienes se han asumido en rebelión o simplemente delinquen con la motivación que sea, tiene un soporte legal y unos modos reglamentados. Por eso mismo comento y cuestiono algunos caminos que han tomado estos sucesos.
La idea de que las universidades estatales de Colombia son centros de reclutamiento y adoctrinamiento de cuadros para los grupos alzados en armas contra el Estado colombiano es un viejo lugar común sustentado en situaciones que se presentaron en ciertos momentos del pasado, con singulares réplicas en tiempos recientes. Sobre eso comencé a escribir algo cuando me empecé a tomar en serio este blog. Por compromiso personal he construido mi postura al respecto, primero conociendo y reflexionando mucho, pero no es el espacio para hacer proselitismo con ello. Lo cierto es que las noticias de las últimas semanas evidencian una manipulación de eventos y situaciones, con gran perjuicio para mucha gente.
El porcentaje de personas que en las universidades encuentran interés o terminan involucradas en situaciones de violencia, propaganda o algún tipo de provocación frente al Estado es semejante al que puede hallarse en el país. Por supuesto que ciertas condiciones sociales, psicológicas y similares hacen que esas posturas guarden matices bien diferentes a los que se podrían observar en un municipio como Fortul (Arauca), o Puerto Rico (Caquetá) o Dagua (Valle). Una idea tonta que a veces se me salía entre cervezas, es que la expresión "fulano de tal decía... tal cosa" trae un tiempo verbal que se podría interpretar como que el tipo se la pasaba diciendo eso, cuando de pronto solo lo dijo una vez o lo escribió o se interpretó de algo que dejó por ahí. Así mismo existen imágenes mentales que se hace uno como transeúnte, o como consumidor de noticias. Para mucha gente, después de tanto oír decir que en la Universidad Nacional se la pasan lanzando objetos peligrosos hacia la calle, se le mete en la cabeza que eso pasa todo el tiempo y que nada más ocurre allí. Yo también pensé por mucho tiempo que en la Universidad Javeriana todo mundo se la pasaba sentado en unas gradas o caminando para adentro y para afuera o rumbeando en los sitios aledaños, hasta que tuve que ir a actividades académicas allá.
Por supuesto algo va del reclutamiento de cuadros dirigentes que - entre los años cincuentas y sesentas - hicieron las guerrillas en el movimiento estudiantil de la época, a los recientes casos de jóvenes estúpidamente inmolados en la realización de acciones tipo atentado personal o bombardeo indiscriminado en espacios urbanos, así como el hueco sacrifico de los mismos en el frenesí de batallas rurales, en las cuales no duran un suspiro. Incluso, habiendo ocurrido cosas similares en tiempos de fervor revolucionario, si se quiere de moda, la reedición de ciertos fenómenos en contextos tan disímiles necesariamente tiene que invocar explicaciones más complejas.
Hace unos años, a raíz de un extraño atentado con granadas de mortero lanzadas desde un sector no muy concurrido y poco vigilado de la Ciudad Universitaria en Bogotá, la Fiscalía organizó un allanamiento a la Universidad, concentrado en lugares donde se almacenaban materiales de estudio, cuya tenencia se respalda en cuestiones enteramente legales. Por ejemplo, sustancias incautadas al narcotráfico y entregadas a la institución para fines académicos, fueron confiscadas de manera maliciosa y además muy torpe (un agente de la Policía se quemó las manos con soda cáustica por su manejo nada profesional de los recipientes que revolcaba). También lo fueron elementos del laboratorio de aeronáutica, producto este de un convenio con instituciones del Estado. Lo más pintoresco fueron las preguntas de algunos funcionarios de la Fiscalía, evidentemente antiguos tirapiedras o infiltrados policiales, quienes indagaban por oficinas estudiantiles desaparecidas años atrás. Lo cierto es que las incautaciones fueron una irrespetuosa manera de sindicar a la academia y a la institución, por unos actos cuyas características evidenciaban algo secretamente planeado por pocos - muy probablemente ajenos al espacio - y no una confabulación de cientos de académicos para herir a unos vendedores ambulantes frente al 'bunker'; algo fácil de ver, aun para un abogado tan malo que sus preparatorios solo le sirvieran para ser vincualdo a la Fiscalía. Vale recordar que el día de los atentados, el Fiscal General de la época, comentó sonriente (en un arrebato de cinismo criminal, o pelada de cobre que llamamos algunos) a unos periodistas: "esos son los posgrados de la Nacional"; burrada que tuvo que tragarse en comunicado público cuando un funcionario judicial lo emplazó a que desarrollara su afirmación.
De unos años para acá, la nueva generación de incidentes anticipaba una fabulación como la que se viene presentando en los medios. Hace unas semanas el Secretario de Gobierno del Distrito dejó entrever que se harían capturas, fundamentadas en la idea de que una persona que no ha terminado una carrera después de más de un intento, necesariamente es culpable de alguno o varios tipos penales. Esta forma un poco extrema de entender el éxito y el fracaso académico fue enfatizada en el caso de la captura masiva de varios meses atrás de varios personajes vinculados a la Universidad de Antioquia, ante la cual El Tiempo publicó perfiles personales de las extremas demoras de un par de capturados. Sí existe un perfil, unas señales sospechosas y unos antecedentes reales de personas que han prolongado su permanencia en las universidades como parte de la realización de planes macabros, pero no creo que sea sano enfatizar en ese tema de la edad y el tiempo como prueba penal definitiva (habiendo tantas razones para que una persona tarde en conseguir un título y tantos casos individuales únicos) ni creo que sea muy ético ese realce del tópico cuando se trata de procesos penales que apenas comienzan.
Por supuesto vendría la cosecha de noticias y esta semana la primera se precipitó de manera abrupta. Independientemente de que una institución como la Policía tiene que ser rigurosamente investigada cuando ha tomado a un sujeto (si se quiere Satán en persona) vivo y libre, lo ha mostrado ante los medios y lo entrega 'suicidado' en sus calabozos; es importante que se revise esa forma de relacionar delito con instituciones y grupos sociales, particularmente cuando siendo tan complejas las cosas reales y tan rodeadas de prejuicios, los comunicadores sociales, los que devengan sueldo por escribir sin investigar y sin pensar y sin preguntar, pueden ser partícipes de un daño muy grande. Como se despedía Émerson de Francisco: "que Dios los perdone".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Con este tipo de cosas, me siento como en la epoca de Turbay, asi me la imagino, pues no la vivi. lo peor: que estos hechos queden impunes.