La arremetida invernal me tiene funcionando a media marcha y con amenaza de resfriado. Recién ayer, recibí un poco de sol que me dejó un poco quemado, a raíz de un desalojo por disturbios en la Universidad. Hacía tiempo no me tocaba salir de un edificio en medio de gases lacrimógenos y la receta de ayer sí que estuvo desesperante.
La recurrencia de estos eventos me inspira cierto pesimismo, pues hay una confluencia de percepciones que no trae nada bueno. Por un lado, la ficción de un proceso creciente de entusiasmo y participación por parte de los organizadores de la refriega; quienes tienden a evaluar el asunto como un avance en un proceso de quién sabe qué pero que creen tener muy claro. Por otro la misma percepción desde la mirada exterior, de quienes ven esa aparente multitud la confirmación de sospechas acerca de conspiraciones, manipulaciones por actores oscuros y temidos; además de los lugarcomunes que algunos tienen a flor de labios para referirse a la Universidad.
Un cierre preventivo por elecciones, con allanamiento a bordo (debería poner "el pávido návido", para ambientar la memoria de los tiempos de Turbay). Una exótica interpretación acerca de la inveterada pilatuna delincuencial de lanzar voladores (como se llama en Bogotá a los cohetes esos que se lanzan para las celebraciones; los de la tonta charada esa de ponerse la mano frente a la boca, desplazarla hacia arriba mientras se pronuncia una s prolongada y rematar con un aplauso que evoca las explosiones distantes del artefacto), orientados con un tubo, para presentarla como 'morteros' (interpretación de citytv basada en la declaración semitécnica de un policía).
El ambiente queda dispuesto para que pase casi cualquier cosa. Con ambiente de amenazas y con mensajes de sectarismo escritos por ahí, quedan fabricadas las excusas para situaciones trágicas como las que se han vivido en otros tiempos. Quienes celebraron ayer la realización exitosa de su choque con la policía (más la posibilidad de arengar por un rato a unos cuantos curiosos, en un escenario que de entrada excluye a la gran mayoría de la comunidad Universitaria y a la generalidad de la sociedad), demorarán en ver las otras facetas de su 'happening' y aun más en entenderlas. Así pasó con otras generaciones y así tendrá que ser con esta. Eso no excluye costos ni problemas, aprendizajes inútilmente repetidos. Y pensar que las grandes batallas por poner el conocimiento, la academia, al frente de la transformación de nuestro pedazo de mundo, no son tan vistosas ni tan escandalosas, no conquistan ni indignan.
Ya escampó, vuelvo a mi laboratorio...
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