Ayer caminaba hacia el centro comercial Gran Estación cuando pateé una botella de cocacola y casi la rompo. Por cachaquez compulsiva la recogí para darme cuenta un par de pasos más tarde que el reguero era generalizado. Entrando al centro comercial vi a los promotores que repartían las gaseosas gratis en esos carritos de dos llantas. Después del consabido ritual de vitrinas, antojos y algo de Thai, salí en horas de la noche y el espectáculo era aun más patético. Todo el recorrido lleno de botellas, unas desocupadas, otras no, algunas rotas, otras puestas entre el pasamanos del puente peatonal o arrojadas desde este hacia el separador...
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