Hoy se cumplen diez años del asesinato de Eduardo Umaña Mendoza. El abogado con la sombra a cuestas de un padre que lo rajó en una materia en la Universidad y metido en los pleitos más atrevidos. Menos de tres lustros después de que su progenitor fuera el defensor de los acusados en el "juicio del siglo" a él le tocó el mismo papel en otro "juicio del siglo". Litigante de esos con personalidad propia e irritante para sus contrincantes, tumbó el cargo de rebelión contra unos dominicanos capturados tras visitar a ciertos camaradas en el Tolima, argumentando que por no ser nacionales no podían ser considerados rebeldes contra este Estado. Político muy definido en sus causas y su proceder (por lo mismo jamás autómata idiota de lineamientos militantes "orientados" por responsable alguno), no se guardó sus opiniones frente a reos de uno u otro parche y valoró como ninguno la urgencia de lograr la libertad, antes que promover una defensa torpe que inflara estadísticas acerca de la maldad represora del enemigo.
Tras años de ardua lid en casos particulares, triunfó en su gran batalla contra la justicia sin rostro. Para sus últimos días conseguía la exhumación de los enterrados en fosa común del Palacio de Justicia y avanzaba en la búsqueda de la desclasificación de documentos norteamericanos sobre el asesinato de Gaitán. Esas últimas semanas, con líos para pagarse un tiquete aéreo para atender un caso, con su rapidez mental y su profunda inclinación por la ironía, comentó que se había sometido al dolor de la operación de las cordales aun sabiendo que lo iban a matar. En una entrevista que le hiceron unos del medio sindical, respondió a la clásica pregunta de por qué le buscaba males al cuerpo: "en este país si a uno no lo matan por algo terminan matándolo por nada", frase mal transcrita en versión estúpida por más de una secta. Y sí, aquí lo exótico es el móvil solemne.
Esa tarde me llegó el dato de que volvían a convertir el León en sala de velación. Fue uno de tantos reencuentros intergeneracionales. En el auditorio de Derecho, una gente hablaba de conformar un frente amplio y rodaban planes y recuerdos. El día del zepelio fue una experiencia de otro mundo deambular entre tantos y tan disímiles mientras la añeja y extensa prosa del padre desarrollaba su visión de esa materia muerta a descomponer y transformar, en un giro místico - materialista de antología. Luego lo que todo el mundo recuerda y una última precisión: "pórtense bien". Salimos en séquito fúnebre por la 53 para tomar la 30 hacia el norte. Más o menos frente al ICN voló el primer panorámico de una camioneta de la policía de tránsito. Frente a Ingeominas los que no hicimos caso de la última conminación volteamos hacia el sur y esperamos lo que tenía que darse. Sienes canosas, tropeleros de antaño ordeñando su propio carro, todo un happening intemporal. Tras juntarse todo ese cónclave en una sola portería, un sobrevuelo del gosque del aire anticipó asalto y así se dio, por un largo rato, hasta que la válvula se reventó y el grueso del pelotón abandonó a su escuadra más regalada y desprovista de munición. Precisamente el artillero homicida tuvo que abandonar su arma malla adentro para prenderse del alámbre de púa y estrellarse contra la acera, presa del terror y borrada su sonrisa de cuando hace blanco en ojos o partes vitales.
Esa tarde un avión se estrelló contra los cerros y en un noticiero de la noche Hollman Morris cerró su nota leyendo una pinta con la manida consigna centroamericana (yo la llamo la del libro gordo de Petete): "Mi voz la que está gritando... ". Al lado tenía una de esas clichesudas también de "Eduardo Umaña presente", solo que él las mezcló y terminó como si la consigna fuera autoría de Eduardo Umaña (y pa completar, no Mendoza sino Luna). Meses después la Universidad de la Sabana usaría imágenes del intercambio de opiniones en la 45 en un comercial televisado, con un texto que decía algo como "decida el destino de sus impuestos" o algo así (lo retiraron como resultado de una acción judicial). Un tiempo después la banda "La Terraza", disidencia prontamente aplastada del sector paramilitar de Carlos Castaño, afirmó tener pruebas sobre sus autoría material del homicidio y sobre los personajes que encargaron la vuelta...
A propósito de ese momento de la memoria, un mes después fue la matanza de Barrancabermeja, esta mañana evocada en varios noticieros. Fue la presentación en sociedad de la facción paramilitar de 'Camilo Morantes', quien menos de un año después moriría a manos de tropas de Castaño y con sus huestes acosadas por la brigada local. Sobre ese ajusticiamiento el líder de las Auc refirió que lo mando matar "porque era muy asesino" (¡a esa escala, válgame!).
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