Retomando. Anoche leí la noticia en El Espectador, hoy esa fue la postura en RCN televisión. Mi lectura de la columna de Márquez, siendo mis afectos tan distantes del ex congresista, es que la alusión al congelamiento de la reunión con la delegación francesa es contextual a un párrafo que comienza diciendo: "A las 00:25 de ese primero de marzo [...]", incluido este en un documento cuya firma va seguida de la fecha 20 de marzo. La andanada contra las Farc hace un mes trajo como consecuencia un aparente silencio político de los medios institucionales de esa guerrilla, al menos por lo que respecta al alcance de uno. Yo especulo que habiendo sido vulnerado un nodo tan importante de su conducción y su presentación ante el mundo (Reyes), pasaron por un período de obligado silencio por razonable desconfianza ante los medios chuzados y la infiltración rampante. Por lo mismo es esperable que haya cierta reacción sensacionalista a la reaparición de su flujo comunicativo; pero era de elemental seriedad notar el detalle de la fecha y la imperfección de pasado en el párrafo sometido a exégesis.
Precisamente, estando a la orden del día la jugada del gobierno francés en el embrollo de los secuestrados, la ligereza de estos medios enrarece el ambiente. Ya hoy Uribe dio su visto bueno a una eventual misión médica humanitaria con CICR a bordo. No soy optimista acerca de la salida con vida de Ingrid Betancourt en todo esto, pero yendo tantas diligencias en marcha estas salidas periodísticas son más delicadas que la incompetencia del canciller. En últimas, es perentorio porner un tatequieto a la orgía de fanatismo y propaganda que embarga últimamente a la prensa socialmente irresponsable. La satanización del adversario y su deshumanización son síntomas de la degradación moral de la guerra equivalentes a los abusos mismos que justifican estos comunicadores. Uno de los más vehementes trasuntos de esta apología de la vocación genocida, cuando recrea esa fórmula sicarial de "si lo mataron por algo sería". Fernando Londoño Hoyos, penalista defensor de un confeso culpable de enriquecimiento ilícito que se embolsilló dinero del cártel de Cali (descendiente además del ala limpia de un mentado clan de contrabandistas), defensor de un enfermero sindicado de violación mediante la alusión a la embriaguez de la víctima y único avión colombiano capaz de equiparar empleo con contrato de prestación de servicios; ha escrito al menos un par de columnas protestando porque un fallo obliga a poner una placa resarciendo a unos contrabandistas (masacre de La Lizama). Un poco más y reclama que se debería obligar a la familia de las víctimas a reponer el dinero de la munición gastada por los autodefensores del buen nombre de Farouk Yanine.
En medio de la estridencia y sin decantarse el paroxismo de las pasiones caníbales, pasa desapercibida la noticia del requerimiento de captura a militares por una matanza en Apartadó (lamentablemente no puede hablarse de "la"), con encubridor encubierto. A eso huelen estos días. Opinión bacteriana.
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