lunes, abril 28, 2008
jueves, abril 24, 2008
lunes, abril 21, 2008
Zero urbanity
Ayer caminaba hacia el centro comercial Gran Estación cuando pateé una botella de cocacola y casi la rompo. Por cachaquez compulsiva la recogí para darme cuenta un par de pasos más tarde que el reguero era generalizado. Entrando al centro comercial vi a los promotores que repartían las gaseosas gratis en esos carritos de dos llantas. Después del consabido ritual de vitrinas, antojos y algo de Thai, salí en horas de la noche y el espectáculo era aun más patético. Todo el recorrido lleno de botellas, unas desocupadas, otras no, algunas rotas, otras puestas entre el pasamanos del puente peatonal o arrojadas desde este hacia el separador...
viernes, abril 18, 2008
EUM
Hoy se cumplen diez años del asesinato de Eduardo Umaña Mendoza. El abogado con la sombra a cuestas de un padre que lo rajó en una materia en la Universidad y metido en los pleitos más atrevidos. Menos de tres lustros después de que su progenitor fuera el defensor de los acusados en el "juicio del siglo" a él le tocó el mismo papel en otro "juicio del siglo". Litigante de esos con personalidad propia e irritante para sus contrincantes, tumbó el cargo de rebelión contra unos dominicanos capturados tras visitar a ciertos camaradas en el Tolima, argumentando que por no ser nacionales no podían ser considerados rebeldes contra este Estado. Político muy definido en sus causas y su proceder (por lo mismo jamás autómata idiota de lineamientos militantes "orientados" por responsable alguno), no se guardó sus opiniones frente a reos de uno u otro parche y valoró como ninguno la urgencia de lograr la libertad, antes que promover una defensa torpe que inflara estadísticas acerca de la maldad represora del enemigo.
Tras años de ardua lid en casos particulares, triunfó en su gran batalla contra la justicia sin rostro. Para sus últimos días conseguía la exhumación de los enterrados en fosa común del Palacio de Justicia y avanzaba en la búsqueda de la desclasificación de documentos norteamericanos sobre el asesinato de Gaitán. Esas últimas semanas, con líos para pagarse un tiquete aéreo para atender un caso, con su rapidez mental y su profunda inclinación por la ironía, comentó que se había sometido al dolor de la operación de las cordales aun sabiendo que lo iban a matar. En una entrevista que le hiceron unos del medio sindical, respondió a la clásica pregunta de por qué le buscaba males al cuerpo: "en este país si a uno no lo matan por algo terminan matándolo por nada", frase mal transcrita en versión estúpida por más de una secta. Y sí, aquí lo exótico es el móvil solemne.
Esa tarde me llegó el dato de que volvían a convertir el León en sala de velación. Fue uno de tantos reencuentros intergeneracionales. En el auditorio de Derecho, una gente hablaba de conformar un frente amplio y rodaban planes y recuerdos. El día del zepelio fue una experiencia de otro mundo deambular entre tantos y tan disímiles mientras la añeja y extensa prosa del padre desarrollaba su visión de esa materia muerta a descomponer y transformar, en un giro místico - materialista de antología. Luego lo que todo el mundo recuerda y una última precisión: "pórtense bien". Salimos en séquito fúnebre por la 53 para tomar la 30 hacia el norte. Más o menos frente al ICN voló el primer panorámico de una camioneta de la policía de tránsito. Frente a Ingeominas los que no hicimos caso de la última conminación volteamos hacia el sur y esperamos lo que tenía que darse. Sienes canosas, tropeleros de antaño ordeñando su propio carro, todo un happening intemporal. Tras juntarse todo ese cónclave en una sola portería, un sobrevuelo del gosque del aire anticipó asalto y así se dio, por un largo rato, hasta que la válvula se reventó y el grueso del pelotón abandonó a su escuadra más regalada y desprovista de munición. Precisamente el artillero homicida tuvo que abandonar su arma malla adentro para prenderse del alámbre de púa y estrellarse contra la acera, presa del terror y borrada su sonrisa de cuando hace blanco en ojos o partes vitales.
Esa tarde un avión se estrelló contra los cerros y en un noticiero de la noche Hollman Morris cerró su nota leyendo una pinta con la manida consigna centroamericana (yo la llamo la del libro gordo de Petete): "Mi voz la que está gritando... ". Al lado tenía una de esas clichesudas también de "Eduardo Umaña presente", solo que él las mezcló y terminó como si la consigna fuera autoría de Eduardo Umaña (y pa completar, no Mendoza sino Luna). Meses después la Universidad de la Sabana usaría imágenes del intercambio de opiniones en la 45 en un comercial televisado, con un texto que decía algo como "decida el destino de sus impuestos" o algo así (lo retiraron como resultado de una acción judicial). Un tiempo después la banda "La Terraza", disidencia prontamente aplastada del sector paramilitar de Carlos Castaño, afirmó tener pruebas sobre sus autoría material del homicidio y sobre los personajes que encargaron la vuelta...
A propósito de ese momento de la memoria, un mes después fue la matanza de Barrancabermeja, esta mañana evocada en varios noticieros. Fue la presentación en sociedad de la facción paramilitar de 'Camilo Morantes', quien menos de un año después moriría a manos de tropas de Castaño y con sus huestes acosadas por la brigada local. Sobre ese ajusticiamiento el líder de las Auc refirió que lo mando matar "porque era muy asesino" (¡a esa escala, válgame!).
jueves, abril 10, 2008
Y esa es la historia
Pienso que Natalia París es una mujer mucho más pilosa y aterrizada que lo que el cliché sugiere. Ella es una Jane Mansfield de aquí y de ahora y no encaja con su papel que responda acertadamente a preguntas como: ¿cuál es el error debido a truncar una serie de Maclaurin en el n-ésimo término? Por eso resulta también ingenuo esperar que en una realización de Caracol Televisión, en asocio con The History Chanel, venga llena de aciertos o lecturas sesudas, o cuando menos coherentemente fabuladas. Eso sería pedirle peras a una talofita. Pero por motivos puramente estéticos me permito cuestionar el esperpento de anoche.
La cosa comienza citando por triplicado que se llevaba a cabo la conferencia panamericana y que nadie se imaginaba que el siglo XX se iba a partir. Bueno, no la cosa, la narradora es ni más ni menos María Cecilia Botero, desertora de antropología de la de Antioquia, galana de múltiples telenovelas desde los deplorables años setenta, la Sándalo Daza de una protagonizada por Pacheco, heredera de la academia Charlot, presentadora del nefando talk show "María C contigo" y - por sobre todo y que no falte en su epitafio - Peter Pan de revista del teatro Colsubsidio. Su quebradiza y mustia voz constituye el bajo continuo de esta producción. Sumado a su bajeza, un enssamble de actorzuelos imposta sus voces para llenar los faltantes del archivo fonográfico: "mataron al doctor Gaitán" "eh, razones poderosas señor".
Mediante una animación computarizada, se reconstruyen las posibles ubicaciones del origen de los tiros que impactaron al caudillo (¿existe duda acerca de que fue a plomo que lo mataron?), asumiendo como ubicación de los hechos el sitio donde están las placas junto a la Jiménez. Entran en escena dos clones de George Clooney, de impecable dicción y léxico preciso para aportar su pericia forense. Con un apuntador láser de conferencia, recorren el saco del occiso (puesto a un maniquí dentro de una vitrina) y sacan un flexómetro y lo pegan al vidrio. Luego concluyen basándose en lo que leyeron del informe de la época. Escenas sueltas de la refriega, pasajes de audio, declaraciones de viejitos, especulaciones sobre si se debió invitar a Gaitán a la conferencia (de pronto lo sacaban del rango de tiro de sus verdugos o lo compraban con un refrigerio o una carpeta bonita).
El pasaje biográfico fue como lo menos truculento, y luego vino la pomposa conclusión. En primer lugar, la muerte de Gaitán provocó la violencia y de ahí las guerrillas del llano que se convirtieron en las Farc y luego aparecieron en Colombia la corrupción y el narcotráfico y luego, como respuesta a los abusos de la guerrilla, se crearon las autodefensas y todo esto se llenó de males causados por parte y parte. Luego, el desenlace counterfactual: ¿Qué hubiera pasado si no hubieran matado al hombre que ofrecía la restauración moral de la Nación y todas esas cosas? Voilà, por fortuna la sociedad está empezando a despertar y a través de manifestaciones masivas está rechazando las acciones de los violentos, vinieren de donde vinieren y la luz al final del túnel y todo (si en la agenda no estuviera el 4F sino las eliminatorias al mundial, al menos hubieran sacado cierto ingenio para las asociaciones forzadas).
Globalmente y pasando por alto el contenido de interés académico, la edición fue pésima y el ritmo azaroso y desestimulante. El casting resultó impertinente (más hubieran hecho William Vinasco o Hernán Orjuela) y la generalidad de la experiencia fue lastimera. Necesito perucable, pronto.
La cosa comienza citando por triplicado que se llevaba a cabo la conferencia panamericana y que nadie se imaginaba que el siglo XX se iba a partir. Bueno, no la cosa, la narradora es ni más ni menos María Cecilia Botero, desertora de antropología de la de Antioquia, galana de múltiples telenovelas desde los deplorables años setenta, la Sándalo Daza de una protagonizada por Pacheco, heredera de la academia Charlot, presentadora del nefando talk show "María C contigo" y - por sobre todo y que no falte en su epitafio - Peter Pan de revista del teatro Colsubsidio. Su quebradiza y mustia voz constituye el bajo continuo de esta producción. Sumado a su bajeza, un enssamble de actorzuelos imposta sus voces para llenar los faltantes del archivo fonográfico: "mataron al doctor Gaitán" "eh, razones poderosas señor".
Mediante una animación computarizada, se reconstruyen las posibles ubicaciones del origen de los tiros que impactaron al caudillo (¿existe duda acerca de que fue a plomo que lo mataron?), asumiendo como ubicación de los hechos el sitio donde están las placas junto a la Jiménez. Entran en escena dos clones de George Clooney, de impecable dicción y léxico preciso para aportar su pericia forense. Con un apuntador láser de conferencia, recorren el saco del occiso (puesto a un maniquí dentro de una vitrina) y sacan un flexómetro y lo pegan al vidrio. Luego concluyen basándose en lo que leyeron del informe de la época. Escenas sueltas de la refriega, pasajes de audio, declaraciones de viejitos, especulaciones sobre si se debió invitar a Gaitán a la conferencia (de pronto lo sacaban del rango de tiro de sus verdugos o lo compraban con un refrigerio o una carpeta bonita).
El pasaje biográfico fue como lo menos truculento, y luego vino la pomposa conclusión. En primer lugar, la muerte de Gaitán provocó la violencia y de ahí las guerrillas del llano que se convirtieron en las Farc y luego aparecieron en Colombia la corrupción y el narcotráfico y luego, como respuesta a los abusos de la guerrilla, se crearon las autodefensas y todo esto se llenó de males causados por parte y parte. Luego, el desenlace counterfactual: ¿Qué hubiera pasado si no hubieran matado al hombre que ofrecía la restauración moral de la Nación y todas esas cosas? Voilà, por fortuna la sociedad está empezando a despertar y a través de manifestaciones masivas está rechazando las acciones de los violentos, vinieren de donde vinieren y la luz al final del túnel y todo (si en la agenda no estuviera el 4F sino las eliminatorias al mundial, al menos hubieran sacado cierto ingenio para las asociaciones forzadas).
Globalmente y pasando por alto el contenido de interés académico, la edición fue pésima y el ritmo azaroso y desestimulante. El casting resultó impertinente (más hubieran hecho William Vinasco o Hernán Orjuela) y la generalidad de la experiencia fue lastimera. Necesito perucable, pronto.
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miércoles, abril 09, 2008
jueves, abril 03, 2008
martes, abril 01, 2008
Abril
Retomando. Anoche leí la noticia en El Espectador, hoy esa fue la postura en RCN televisión. Mi lectura de la columna de Márquez, siendo mis afectos tan distantes del ex congresista, es que la alusión al congelamiento de la reunión con la delegación francesa es contextual a un párrafo que comienza diciendo: "A las 00:25 de ese primero de marzo [...]", incluido este en un documento cuya firma va seguida de la fecha 20 de marzo. La andanada contra las Farc hace un mes trajo como consecuencia un aparente silencio político de los medios institucionales de esa guerrilla, al menos por lo que respecta al alcance de uno. Yo especulo que habiendo sido vulnerado un nodo tan importante de su conducción y su presentación ante el mundo (Reyes), pasaron por un período de obligado silencio por razonable desconfianza ante los medios chuzados y la infiltración rampante. Por lo mismo es esperable que haya cierta reacción sensacionalista a la reaparición de su flujo comunicativo; pero era de elemental seriedad notar el detalle de la fecha y la imperfección de pasado en el párrafo sometido a exégesis.
Precisamente, estando a la orden del día la jugada del gobierno francés en el embrollo de los secuestrados, la ligereza de estos medios enrarece el ambiente. Ya hoy Uribe dio su visto bueno a una eventual misión médica humanitaria con CICR a bordo. No soy optimista acerca de la salida con vida de Ingrid Betancourt en todo esto, pero yendo tantas diligencias en marcha estas salidas periodísticas son más delicadas que la incompetencia del canciller. En últimas, es perentorio porner un tatequieto a la orgía de fanatismo y propaganda que embarga últimamente a la prensa socialmente irresponsable. La satanización del adversario y su deshumanización son síntomas de la degradación moral de la guerra equivalentes a los abusos mismos que justifican estos comunicadores. Uno de los más vehementes trasuntos de esta apología de la vocación genocida, cuando recrea esa fórmula sicarial de "si lo mataron por algo sería". Fernando Londoño Hoyos, penalista defensor de un confeso culpable de enriquecimiento ilícito que se embolsilló dinero del cártel de Cali (descendiente además del ala limpia de un mentado clan de contrabandistas), defensor de un enfermero sindicado de violación mediante la alusión a la embriaguez de la víctima y único avión colombiano capaz de equiparar empleo con contrato de prestación de servicios; ha escrito al menos un par de columnas protestando porque un fallo obliga a poner una placa resarciendo a unos contrabandistas (masacre de La Lizama). Un poco más y reclama que se debería obligar a la familia de las víctimas a reponer el dinero de la munición gastada por los autodefensores del buen nombre de Farouk Yanine.
En medio de la estridencia y sin decantarse el paroxismo de las pasiones caníbales, pasa desapercibida la noticia del requerimiento de captura a militares por una matanza en Apartadó (lamentablemente no puede hablarse de "la"), con encubridor encubierto. A eso huelen estos días. Opinión bacteriana.
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