Desde que el veterano líder paramilitar Ramón Isaza señaló a Alfonso Manosalva de ser uno de los promotores de su gesta, no se vio en la prensa ni un reclamo de los familiares del fallecido oficial, a quien el Ejército incluso le dedica el nombre de un batallón. Después de la más reciente recitación de Mancuso, en la cual le concede al brigadier estrella de Antioquia en tiempos de la gobernación de Uribe y la presidencia de Samper, un papel central en una de las masacres más publicitadas de la época; Harold Bedoya Pizarro emplaza al presidente para que responda por el buen nombre de su subalterno de entonces.
Tradicionalmente cuando se denuncian felonías de personajes así, fijo son respondidas por columnas de Plinio Apuleyo Mendoza (para mí el beneficio de la duda se le acaba a un uniformado cuando lo defiende Plinio, señal de que algo debe) o las pintorescas y equivalentes que hoy en día le publican a Fernando Londoño. Es más, recuerdo bien que a los periodistas de El Espectador que metieron sus narices en el tema de la complicidad del Ejército en la masacre de Mapiripán, no tardó en llegarles la nota autodefensiva de Castaño y su gente; pues el buen nombre de los oficiales de esas instituciones es más caro a su organización que la seguridad de los ganaderos.
Pero nadie pone el nombre en defensa del buen nombre de Manosalva, salvo por Bedoya, quien gritara con fusta en mano (lo saco deliberadamente de contexto): "[...] sí, yo también soy paramilitar". Uno entiende que la estrategia grotesca de defensa de los paladines en reinserción se fundamente en apuntar a los muertos y enterrar con ellos la culpa; pero sigo sin entender qué conveniencia trae no refutarlos a los salpicados de las instituciones comprometidas.
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Nuevas estructuras para viejos propósitos
César Castaño cree que el desgastado discurso militar de las Farc y la pérdida de hombres las llevaron a echar mano de sus estructuras políticas clandestinas
Por César Castaño
Fecha: 03/24/2007 -1299
Los recientes artículos periodísticos en los que se hace referencia a la posible realización de la ‘Novena Conferencia’ de las Farc no dejan en claro hacia dónde apuntan los insurgentes en esta nueva etapa. Esta agrupación elaboró un documento preparatorio para la realización del evento, el cual fue dado a conocer a los frentes y bloques a mediados de 2006. En él se proponen dos objetivos fundamentales. El primero, la activa utilización de las estructuras políticas diseñadas por Alfonso Cano y conocidas como el PC3 (Partido Comunista Colombiano Clandestino) y el MB (Movimiento Bolivariano). Y el segundo, un gran esfuerzo de la ‘Comisión Internacional’ liderada por Raúl Reyes, para efectuar acercamientos con gobiernos extranjeros en procura de presionar un intercambio humanitario el cual, contra toda lógica, podría efectuarse en el exterior.
Aunque estos dos propósitos son de vital importancia en la dinámica insurgente, llama la atención el hecho de que un grupo señalado como terrorista haga énfasis en el trabajo político. Esto no es casual y pese a que ellos no lo reconocen, es innegable que en lo militar han sufrido serios reveses, entre otros, una gran cantidad de bajas en las filas guerrilleras, capturas, desmantelamiento de redes de milicias, golpes al andamiaje logístico y la deserción de cientos de sus integrantes, por lo cual se han visto obligados a reestructurar sus planes y hacer uso del componente político clandestino.
Más allá de la posibilidad de haberse realizado o no la citada Conferencia, diversos documentos publicados en Anncol y otros medios, revelan una inclinación de este encuentro por recuperar espacios políticos a diferencia de lo aprobado en 1993 (Octava Conferencia), donde se hizo énfasis en lo militar ordenando la creación de bloques, comandos conjuntos y compañías móviles.
Para quienes aun consideran que las Farc solo tienen un componente militar, vale la pena conocer cómo la organización ideó sus nuevas estructuras políticas. La historia es la siguiente. Luego de indagar en varias experiencias en el nivel internacional, sobre organizaciones secretas, clandestinas o encubiertas, las Farc durante la época de la zona de distensión en el gobierno de Andrés Pastrana y bajo la dirección del ideólogo Alfonso Cano, prepararon el diseño de un partido político de principios comunistas, de disciplina militar y dirigido directamente por ‘altos mandos’ guerrilleros. Es entonces a través de ese compendio de experiencias –principalmente del caso vietnamita–, del que se vale la organización para elaborar un discurso de la clandestinidad, el cual se plasma en el PC3 y el MB.
Al partido clandestino se le confirieron varias de las tareas que en su momento tuvo el partido legal, no sin antes dotarlo de un modo operativo, una estructura y unos estatutos que reglamentaran la nueva forma de vida partidaria. Pero tal vez lo más relevante, sea el escaño en el que se situó a dicha estructura en la ejecución del Nuevo Plan Estratégico, ésta debe cumplir algunas tareas fundamentales, entre otras: la consolidación, impulso y vigilancia del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia; el desarrollo de la Inteligencia Estratégica, la infiltración y la penetración; fijar planes políticos avalados por el estado mayor, elaborar propuestas y desarrollar las políticas del nuevo gobierno.
Estas labores exigían condiciones especiales para quienes conformaran el nuevo partido y estuvieran dispuestos a asumir sus estatutos, motivo por el cual se desarrollaron escuelas de iniciación, talleres y todo tipo de eventos con el fin de captar a los posibles integrantes. El nivel y el perfil buscado por las Farc no era el de un tradicional miembro de la izquierda. Se trataría de células interdisciplinarias conformadas por profesionales universitarios en ejercicio, autosuficientes y vinculados al sector público o privado, o también estudiantes de pregrado. Estas estructuras actualmente activas y en proceso de expansión, tienen tres características fundamentales. Primero, son clandestinas, lo que les da un amplio margen de movilidad, protegiendo a sus militantes y confundiendo a los organismos de seguridad del Estado; compartimentadas, lo cual les permite salvaguardar la información, y blindar la organización frente a un desmantelamiento total; y verticales, con lo cual aseguran el flujo de información entre las Farc y el PC3.
Esta observación previa se limita a una sencilla exploración sobre el aparato político de la guerrilla más antigua del hemisferio occidental. Algo que es necesario conocer para comprender a una organización, que hoy día debe mirarse más allá del campesino guerrillero de botas y fusil derivado del mito marquetaliano.
Lo único cierto es que estas nuevas estructuras ideadas para cumplir viejos propósitos, se constituyen en un reto para el Estado ya que en el nuevo escenario de la guerra el enemigo, en buena parte, no será visible.
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