En tiempos de la desmovilización del M-19, un grupo de periodistas se acercó a Carlos Pizarro y alguien le pidió un mensaje para los niños. 'El Papito' contestó: "que no se metan a la guerrilla". El atractor de mis devaneos ideológicos de entonces estaba poblado de pensamientos hostiles al desfile de expresiones como esa, para algunos cinismo, para otros deshonrosa entrega de estandartes. Amagos de puños, advertencias de vos no sabés de lo que estás hablando, declaraciones guerreras de última hora (cuando la invasión decembrina de Panamá, los mecánicos sacaron comunicado de esos con la plantilla de "una vez más.." y anunciando el envío de un contingente a pelear) y singulares recreaciones simbólicas del acto del desarme en contextos más bien pintorescos.
En medio de circunscripciones especiales, sorpresas electorales, constituyente y más desarmes; comenzó a hablar duro Gustavo Petro, con sus gafas panorámicas y esa pose tan característica de cierta escuela de la oratoria armada de aquella guerrilla. Realmente nada era duro entonces, cuando el activo principal de esa empresa política era la reconciliación y las palabras asociadas. Era impensable que las izquierdas de planta vislumbraran un plan común de acción con alguien como Antonio Navarro; blanco principal de las antipatías. En medio de los reveses posteriores de los desmovilizados y tras un distanciamiento geográfico temporal, el político zipaquireño - cordobés se consolidó como un líder con peso propio en su tendencia.
Así, tal vez después de todo eso, comencé a ponerle cuidado. Una noche, de las primeras del proceso del Caguán, fue uno de los invitados a un pánel de RCN a propósito de el mencionado proceso. Su opinión fue escéptica, especialmente crítica hacia las Farc, sus modos y su esencia. Ni entonces ni ahora estoy en desacuerdo con lo que le oí decir esa vez. Tampoco lo pierdo de vista cuando los apologistas a ultranza del proceso de formalización legal del poder paramilitar se excusan en el sainete de marras para evadir los cuestionamientos elementales que la decencia obliga.
Los últimos años he visto cada vez menos televisión y solo pude ver algunos de los debates de control político que lo han hecho el más temido de los parlamentarios. Por lo que me he enterado ha puesto contra las cuerdas a la gran mayoría de quienes ha citado y es frecuente que los saque de casillas para que se luzcan con insultos o le enrostren su pasado armado, justo cuando ya no pueden sostener la mentira. La solfa que le dio a la última Ministra de Minas de Pastrana fue de antología y los debates relacionados con el tema de moda han sido acompañados de denuncias cuya credibilidad ha saltado a la vista en muy poco tiempo. El otro día, cuando Mancuso incluía en su relato la manipulación presencial que hicieron del Consejo Superior de la Universidad de Córdoba, recordé que Petro destacó que a la sesión mencionada asistió el representante del Presidente ante dicho órgano. Sobre los patrones de la política local sucreña, el impacto fue notorio, al menos en los medios. Acerca del desenlace de la primera gran investigación a la parapolítica, iniciada por un Fiscal General y desmantelada por el siguiente, Gustavo Petro comentó sobre los arrumacos y brindis del funcionario con algunos de los sindicados, pocos días antes de actuar, dando fin al proceso. Curiosamente no es extremadamente riguroso en temas legales; alguna vez le oí un pleonasmo como de periodista: "delito penal". De hecho no comparto su postura acerca de Hugo Chávez y dudo mucho que apoyaría el proyecto político en cuyo liderazgo participa. Pero creo que la labor que ha ejercido al respecto de este tema es para destacar y ha probado mucha solidez en los puntos que ha puesto en el debate.
Gustavo Petro habla para sacudir. Es alguien incómodo y típicamente asesinable en un país y un tema en el cual matan aun a los que no hablan, nada más porque vieron. Trae un récord muy fuerte de denuncias certeras confirmadas por la crisis que se ha desatado en días recientes. Es definitivamente razonable dar crédito a la veracidad de las amenazas y es perfectamente plausible que quienes las profieren no quieran permitir un nuevo escenario para que hable. Que sea un indultado (ex miembro de una organización que mató, secuestró e incendió) quien más fuerte denuncia las movidas del sainete de la paz paramilitar; más que descalificar el contenido, destaca que quienes no deben lo que él debe bien poco pueden alegar decencia, al no habersele adelantado, al no haber sido severos ni claros al respecto.
En medio de circunscripciones especiales, sorpresas electorales, constituyente y más desarmes; comenzó a hablar duro Gustavo Petro, con sus gafas panorámicas y esa pose tan característica de cierta escuela de la oratoria armada de aquella guerrilla. Realmente nada era duro entonces, cuando el activo principal de esa empresa política era la reconciliación y las palabras asociadas. Era impensable que las izquierdas de planta vislumbraran un plan común de acción con alguien como Antonio Navarro; blanco principal de las antipatías. En medio de los reveses posteriores de los desmovilizados y tras un distanciamiento geográfico temporal, el político zipaquireño - cordobés se consolidó como un líder con peso propio en su tendencia.
Así, tal vez después de todo eso, comencé a ponerle cuidado. Una noche, de las primeras del proceso del Caguán, fue uno de los invitados a un pánel de RCN a propósito de el mencionado proceso. Su opinión fue escéptica, especialmente crítica hacia las Farc, sus modos y su esencia. Ni entonces ni ahora estoy en desacuerdo con lo que le oí decir esa vez. Tampoco lo pierdo de vista cuando los apologistas a ultranza del proceso de formalización legal del poder paramilitar se excusan en el sainete de marras para evadir los cuestionamientos elementales que la decencia obliga.
Los últimos años he visto cada vez menos televisión y solo pude ver algunos de los debates de control político que lo han hecho el más temido de los parlamentarios. Por lo que me he enterado ha puesto contra las cuerdas a la gran mayoría de quienes ha citado y es frecuente que los saque de casillas para que se luzcan con insultos o le enrostren su pasado armado, justo cuando ya no pueden sostener la mentira. La solfa que le dio a la última Ministra de Minas de Pastrana fue de antología y los debates relacionados con el tema de moda han sido acompañados de denuncias cuya credibilidad ha saltado a la vista en muy poco tiempo. El otro día, cuando Mancuso incluía en su relato la manipulación presencial que hicieron del Consejo Superior de la Universidad de Córdoba, recordé que Petro destacó que a la sesión mencionada asistió el representante del Presidente ante dicho órgano. Sobre los patrones de la política local sucreña, el impacto fue notorio, al menos en los medios. Acerca del desenlace de la primera gran investigación a la parapolítica, iniciada por un Fiscal General y desmantelada por el siguiente, Gustavo Petro comentó sobre los arrumacos y brindis del funcionario con algunos de los sindicados, pocos días antes de actuar, dando fin al proceso. Curiosamente no es extremadamente riguroso en temas legales; alguna vez le oí un pleonasmo como de periodista: "delito penal". De hecho no comparto su postura acerca de Hugo Chávez y dudo mucho que apoyaría el proyecto político en cuyo liderazgo participa. Pero creo que la labor que ha ejercido al respecto de este tema es para destacar y ha probado mucha solidez en los puntos que ha puesto en el debate.
Gustavo Petro habla para sacudir. Es alguien incómodo y típicamente asesinable en un país y un tema en el cual matan aun a los que no hablan, nada más porque vieron. Trae un récord muy fuerte de denuncias certeras confirmadas por la crisis que se ha desatado en días recientes. Es definitivamente razonable dar crédito a la veracidad de las amenazas y es perfectamente plausible que quienes las profieren no quieran permitir un nuevo escenario para que hable. Que sea un indultado (ex miembro de una organización que mató, secuestró e incendió) quien más fuerte denuncia las movidas del sainete de la paz paramilitar; más que descalificar el contenido, destaca que quienes no deben lo que él debe bien poco pueden alegar decencia, al no habersele adelantado, al no haber sido severos ni claros al respecto.
3 comentarios:
El Senador Gustavo Petro es lo mejor que tiene Colombia, si no fuera por él aún seguiríamos sólo con sospechas, gracias a él estamos descubriendo la verdad. Así como Alvaro Uribe Vélez es lo peor que le ha pasado a Colombia, el senador Gustavo Petro es lo mejor que le ha pasado a Colombia.
yo votataré por Petro si se postula para presidente en el 2010. Adelante Petro, te queremos y apoyamos.
Gustavo Petro es un hombre excepcional. Es imposible no amarlo, pues como no amar a un verdadero patriota, a un verdadero valiente? Petro es lo mejor que tiene Colombia.
Sueño con el dia en que la pesadilla de Uribe, Jose Obdulio y todos los criminales, hipocritas y vendidos no mancillen mas nuestra bandera ni nuestra identidad.
Petro es el futuro. Petro es la justicia y la verdadera democracia. Petro le devuelve la dignidad a Colombia cada vez que habla, cada vez que actua. Lo defenderemos con todo!
Adelante Petro vamos a desenmascara a Uribe narcoparamilitar disfrazado !
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