La andanada reciente de noticias acerca del proceso de paz de los paramilitares, los trapos sucios de los políticos y los dilemas del gobierno; han dado para que salga de nuevo esa vieja manía de justificar todo en el pasado o echárselo en cara al contendor. Allí la frase esa de la historia me absolverá sufre un giro gramatical más bien dramático: la historia absuelve de atrás para adelante gracias al tradicional recurso de la excusa.
Hoy el presidente manda a callar a sus críticos del Congreso descalificándolos por un pasado de violencia política y criminalidad y cuestionando su derecho a ejercer la política desde donde lo hacen. Mirando al pasado nos podemos de llenar de excusas en un sentido o en otro. Insurrectos contra el Estado, agresores contra la vida y la integridad de población y fuerza pública (haciendo cosas como disparar desde una avioneta en los Llanos), llegaron luego a cargos como Ministro de Educación, Alcalde de Bogotá o dirigencia de partidos a los que no echan en cara quemas de edificios públicos. De distintas insurrecciones y guerras civiles salieron funcionarios y nuevos protagonistas de las instituciones supuestamente confrontadas. Nuestro Estado se fundó en el levantamiento armado contra un orden, por parte de ilustrados que lideraron tropas variopintas, con sus desmanes y abusos.
Sin embargo el mundo no se queda quieto. Hace siglos que se le ocurren a la humanidad ideas que no ponderan la tradición sino que emprenden nuevas cosas. En su momento la idea de dar derechos universales a todo humano tuvo que ser innovación y alevoso atrevimiento. Alguna gente tuvo que convencer a los doctorcitos de que se lavaran las manos antes de atender a sus pacientes.
Las bestialidades cometidas alrededor del tratamiento del tema paramilitar, no se tapan invocando los males de los reinsertados de las guerrillas que hablan desde el Congreso. Son temas que se tienen que afrontar con madurez y responsabilidad. Yo no parto de la hipótesis extrema de Uribe como trasunto de la derecha cavernaria, como líder público de facciones extremas, ni como encarnación de Adolfo Hitler. Estas cosas trato de valorarlas con cabeza fría previamente. Pero el personaje no ayuda. Cuando se ha defendido una institucionalidad y una legalidad a punta de negarla, corromperla, violarla (con conciencia de lo que se hace, porque no se reconoce públicamente), se está ante un suicidio de la legitimidad, nada menos. La celeridad a recurrir al pasado oscuro (pero públicamente divulgado) de sus contradictores, es una muy mala señal acerca de la vocación democrática del dignatario.
1 comentario:
Que tenga una excelente semana, SALUDOS!! :cool:
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