Hace unos años, cuando con pocos días de diferencia fallecieron Diana de Gales y la Madre Teresa de Calcuta, comentábamos entre tragos con un amigo que - si por esos días morían Sinatra y el Papa - era el momento de convertirse no fuera que se nos venciera el plazo. Me imagino que distintas personas de distintas épocas se hicieron una imagen mental muy singular del reparto de su mundo, de los que debían estar en la foto para la posteridad. La primera década del milenio parece cerrarse con la salida de escena de la inmensa mayoría de los protagonistas de duras rivalidades y prolongados conflictos. La generación de líderes que pacto y disputó el escenario de la posguerra, la fundación de la ONU, la OTAN, el Pacto de Varsovia; los artífices del fin de la última guerra entre liberales y conservadores en Colombia. Pienso ahora en los muñequitos del video de Phil Collins (Land of Confusion), de los cuales ya se ha ido uno que otro.
Este año se fue un personaje sin lugar a aguas tibias, el más audaz de todos los cobardes. En años anteriores abandonaron el mundo de los vivos personajes que moldearon el paisaje político del globo con consecuencias de largo plazo; gente que nació a la política en medio de la brutalidad de la Segunda Guerra y maduró con la experiencia de las turbulencias del mundo y la amenaza de la Destrucción Mutua Asegurada. Algunos grises pero célebres siguen vivos y escondidos. A otros les toca manyar que a su lado se prueban la ropa que van a dejar. Ya no están los que interlocutaron con DeGaulle y Eissenhower y Churchill, los que movieron los hilos de la situación de los misiles cubanos y se aguantaron las ganas en diversas situaciones en el Canal de Suez; los que no contuvieron su ira ni su ambición en tantos escenarios y oportunidades.
Un siglo atrás se evocarían reyes europeos, todos parientes, filósofos y caudillos de espada y caballo. En todo este sainete que enterramos ahora no hubo mayor intercambio de genes entre gobernantes, y la labor de los escultores va a ser más ardua cuando representen el arma de los líderes. En fin, la página del siglo XX ya casi reposa entera sobre las anteriores y se agota el tiempo para que escribamos con buena letra sobre la que sigue.
Este año se fue un personaje sin lugar a aguas tibias, el más audaz de todos los cobardes. En años anteriores abandonaron el mundo de los vivos personajes que moldearon el paisaje político del globo con consecuencias de largo plazo; gente que nació a la política en medio de la brutalidad de la Segunda Guerra y maduró con la experiencia de las turbulencias del mundo y la amenaza de la Destrucción Mutua Asegurada. Algunos grises pero célebres siguen vivos y escondidos. A otros les toca manyar que a su lado se prueban la ropa que van a dejar. Ya no están los que interlocutaron con DeGaulle y Eissenhower y Churchill, los que movieron los hilos de la situación de los misiles cubanos y se aguantaron las ganas en diversas situaciones en el Canal de Suez; los que no contuvieron su ira ni su ambición en tantos escenarios y oportunidades.
Un siglo atrás se evocarían reyes europeos, todos parientes, filósofos y caudillos de espada y caballo. En todo este sainete que enterramos ahora no hubo mayor intercambio de genes entre gobernantes, y la labor de los escultores va a ser más ardua cuando representen el arma de los líderes. En fin, la página del siglo XX ya casi reposa entera sobre las anteriores y se agota el tiempo para que escribamos con buena letra sobre la que sigue.
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