Ayer fui un rato a las comparsas de la séptima con motivo del Carnaval de Bogotá. Salvo que mucha gente empleada se tomó este puente largo, las diferencias con lo que carnaval significa en mi añorada Quilla son de escala mayor. No quiero ponerme a especular sobre un tema al respecto del cual doctores tiene la Santa madre Etnología y además respeto ese saber. Sí quiero comentar la experiencia extraña de un espectáculo que arranca tarde, que se coordina en el terreno por una mescolanza de operarios de una firma privada de logística y coordinadores de "Misión Bogotá", programa que ha encontrado en los egresados de Ciencias Humanas de la Nacional una de las poblaciones vulnerables más entusiastas.
Mientras esperaba que arrancaran, vi los ensayos de una banda de guerra de esas de colegio. Vestían atuendos imitación hábitos de carmelitas y tocaban una de las clásicas con esas marimbas portátiles conocidas como liras:
También tocaban su particular versión del clásico tema de cabezote de una de mis favoritas:Y les alcancé a escuchar un famoso cántico protestante gringo de esos que covereó Marcos Witt o alguno de esos. También presencié por un rato a la "ecléptica" (sic) Batería Universitaria, singular pero negada para la salsa en particular. En fin, no me sentí muy comprometido ni festivo ni próximo a perder la carne por cuarenta días ni transformado en fauno desbocado como para enmascararme. Fue tan solo un curioso domingo más, de Parque Nacional, algodón de azúcar, sol de lluvia y zanqueros y máscaras con una que otra camiseta de la campaña de algún candidato al Concejo. Pero tuvo sus pasajes bonitos.
Mientras esperaba que arrancaran, vi los ensayos de una banda de guerra de esas de colegio. Vestían atuendos imitación hábitos de carmelitas y tocaban una de las clásicas con esas marimbas portátiles conocidas como liras:
También tocaban su particular versión del clásico tema de cabezote de una de mis favoritas:Y les alcancé a escuchar un famoso cántico protestante gringo de esos que covereó Marcos Witt o alguno de esos. También presencié por un rato a la "ecléptica" (sic) Batería Universitaria, singular pero negada para la salsa en particular. En fin, no me sentí muy comprometido ni festivo ni próximo a perder la carne por cuarenta días ni transformado en fauno desbocado como para enmascararme. Fue tan solo un curioso domingo más, de Parque Nacional, algodón de azúcar, sol de lluvia y zanqueros y máscaras con una que otra camiseta de la campaña de algún candidato al Concejo. Pero tuvo sus pasajes bonitos.
1 comentario:
yo si!, yo si debo decir que el carnaval de Bogotá es un espectaculo forzado, simplón, sin identidad que intenta ser intelectual, con unas comparsas con disfraces sacadas de peliculas de hollywood, unos grupos de teatreros que hacen cosas que ni ellos mismos entienden, sin arraigo popular alguno, una simple imitacion mal hecha de un verdadero carnaval, como el de esta Ciudad(barranquilla), que si nace del corazón de sus habitantes y que atrapa "personajes" como yo, y no un carnaval hecho por aspirantes a actores de taeatro mediocres y sin público... mejor dicho, deje así...
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