A la hora del no terremoto de esta tarde estaba yo metido en el Auditorio León de Greiff, escuchando el foro que organizó APUN sobre la autonomía y la finaciación de las universidades. Las masas populares que - en medio de su genuina preocupación por el futuro de la Universidad - abarrotaban este mismo recinto hace apenas unas semanas, brillaron por su unánime ausencia. Me llamaron al celular a contarme del chisme radial sobre una presunta evacuación de la Universidad (fabulada por eltiempo.com) y sobre otras que sí ocurrieron (jardines del ICBF, colegios, Ecopetrol, el Hospital Militar, la Universidad de los Andes,...). No niego que si algún cerebrito colombiano descubre la forma de predecir una vaina como esas con semejante precisión, saco una bandera, me subo a un carro y me pongo a echar pito y a llorar de orgullo patrio (y de confort, por atenuación del miedo al caos). Pero se me hace tétrico que los encargados de coordinar evacuaciones, la gente de medios y los responsables institucionales de ciertas entidades compren semejante pega, trastornando la vida de media ciudad. Se agotaron los silbatos en tiendas y supermercados, hubo quien juró que tembló y hasta sintió a la parca respirándole en la nuca, hubo congestión telefónica y más de un medio radial contribuyó a difundir la especie irresponsable del año.
Habrá quien diga que sirvió de simulacro, pero la credibilidad de muchos profesionales quedó en entredicho. Para quien abrigue dudas al respecto, habrá un acervo desconectado de observaciones sobre el escarabajo que cojea veinte segundos antes, de las moscas alborotadas, de virajes de resistividad en arcillas (verificables solo con costosa instrumentación y con conocimientos idealmente perfectos del contexto tectónico local), o de patrones sugerentes en series de tiempo (con incertidumbres altísimas, además); pero no se puede predecir un terremoto como decir en tres horas pasa un huracán; Bogotá no tiene amenaza de tsunami, ni tenemos al Galeras al lado, como para que un reporte de sismicidad justifique semejante predicción tan disparatada. Que la masa actúe así es delicado, pero esperable. Esos mitos ubanos se propagan y se enriquecen en segundos. Como alguno que otro locutor habló de la manida profecía del cura Margallo, en un ratico ya atribuían el chisme original al programa del 'Padre Chucho' (¿será más bien que fue un cuáquero?). Pero que la gente responsable de manejar las crisis se preste a propagar el embuste es como para pedir cabezas.
Habrá quien diga que sirvió de simulacro, pero la credibilidad de muchos profesionales quedó en entredicho. Para quien abrigue dudas al respecto, habrá un acervo desconectado de observaciones sobre el escarabajo que cojea veinte segundos antes, de las moscas alborotadas, de virajes de resistividad en arcillas (verificables solo con costosa instrumentación y con conocimientos idealmente perfectos del contexto tectónico local), o de patrones sugerentes en series de tiempo (con incertidumbres altísimas, además); pero no se puede predecir un terremoto como decir en tres horas pasa un huracán; Bogotá no tiene amenaza de tsunami, ni tenemos al Galeras al lado, como para que un reporte de sismicidad justifique semejante predicción tan disparatada. Que la masa actúe así es delicado, pero esperable. Esos mitos ubanos se propagan y se enriquecen en segundos. Como alguno que otro locutor habló de la manida profecía del cura Margallo, en un ratico ya atribuían el chisme original al programa del 'Padre Chucho' (¿será más bien que fue un cuáquero?). Pero que la gente responsable de manejar las crisis se preste a propagar el embuste es como para pedir cabezas.