Gobierno, Policía y directivos del Polo Democrático intercambian reclamos por los hechos de violencia del domingo. La verdad los argumentos han sido pobres. A continuación mi interpretación.
1. Cuando leí en Indymedia Colombia que convocaban a una concentración en la séptima con diecinueve para un domingo con máxima militarización de la ciudad y precisamente al paso de la caravana de Bush, pensé que simplemente sería una escena de golpiza a esa minoría inexperta que se haría presente y un mínimo revuelo por parte de los medios.
2. Esa tarde me contaron de las detenciones masivas en el centro me mimaginé lo mismo que cuando leí la convocatoria, una multitud de policías copando a una manifestación de poquitos en cuestión de minutos y la continuación de los actos propios de la visita. Decidí mirar en Internet y me encontré con el dossier que hizo El Tiempo, donde se apreciaba que quienes enfrentaban al Escuadrón Antidisturbios (ESMAD), no guardaban una distancia prudente. También quedé de una pieza cuando vi la imagen del gatito que no se lavaba los dientes porque se creía tigre (y no de papel), blandiéndose en medio de una de esas "acciones de élite aisladas de las masas". Es como si uno se hubiera dado un golpe hace quince años y de pronto le dicen que en la Copa Libertadores de América están Cúcuta, Tolima y un tal Deportivo Pasto; a uno le da vértigo.
3. Al otro día Robledo, un sujeto con asombrosa capacidad para emanar de corrido y con aparente seriedad, torrentes interminables de vocablos sin sentido ni compromiso; presentó el asunto como el resultado de una agresión inicial de la fuerza pública y un descuido de la misma al no prever lo que ocurriría en la zona de San Diego (saqueos y destrucción). Antes y después, voceros del gobierno cobraron políticamente los resultados de los desmanes a la dirigencia del Polo. En Indymedia Colombia, desfilaron las fotos y los manifiestos de justificación, las exóticas teorías acerca de la selectividad en los ataques al comercio y uno que otro cuestionamiento que no cayó bien a los incriticables, a los divinos poseedores del monopolio de la insumisión.
4. Salvo por algunos enajenados de ciertas militancias de la "resistencia", la generalidad de los colombianos sabemos que quien se concentra en romper vitrinas y en saquear un almacén de fotografía está mostrando que esa es su plataforma y de ahí en adelante no hay nada. Ni siquiera audacia, pues todo mundo coincidió en la negligencia intencional de la policía y es sabido que los más ideológicos de estos movimientos, los más uniformados con símbolos importados, son liderados y poblados por muchachos de alto estrato, casi todos con visa a los Estados Unidos y cuya presencia en ese tipo de manifestaciones es más impostura que postura.
5. El dilema para el Polo no es deslindarse de unos adolescentes eufóricos. El lío más tenaz es afrontar su proceso de convertirse en un partido político hecho y derecho en nuestro país. En una organización que sabe reproducirse políticamente y utilizar su presente cuarto de hora con provecho. La parte formal del Polo, la amalgama institucional de facciones y clásicos aparatos, es la típica esquizofrenia de una izquierda con ganas de actuar, pero enfrascada en sus definiciones y rótulos. Una cosa hecha de semejante alianza entre tantos que creen que se trata de perseguir a ultranza derroteros rebeldes, tiene dificultades para hacer lo que tiene que hacer. Mientras tiene que lidiar internamente con quienes tienen como reivindicación urgente tal o cual bandera insustancial para la mayoría de los estómagos colombianos. En los partidos tradicionales la gente sabe que va por clientela, por beneficios concretos, por botines electorales que garanticen la reproducción del acceso al poder y la extensión de ese estilo de ganarse la vida. No está obsesionada con cambiarle el nombre a la Avenida Jiménez por Cacique Pirulín, o por prohibir la cocacola, o por cualquier otra batalla irrelevante.
1. Cuando leí en Indymedia Colombia que convocaban a una concentración en la séptima con diecinueve para un domingo con máxima militarización de la ciudad y precisamente al paso de la caravana de Bush, pensé que simplemente sería una escena de golpiza a esa minoría inexperta que se haría presente y un mínimo revuelo por parte de los medios.
2. Esa tarde me contaron de las detenciones masivas en el centro me mimaginé lo mismo que cuando leí la convocatoria, una multitud de policías copando a una manifestación de poquitos en cuestión de minutos y la continuación de los actos propios de la visita. Decidí mirar en Internet y me encontré con el dossier que hizo El Tiempo, donde se apreciaba que quienes enfrentaban al Escuadrón Antidisturbios (ESMAD), no guardaban una distancia prudente. También quedé de una pieza cuando vi la imagen del gatito que no se lavaba los dientes porque se creía tigre (y no de papel), blandiéndose en medio de una de esas "acciones de élite aisladas de las masas". Es como si uno se hubiera dado un golpe hace quince años y de pronto le dicen que en la Copa Libertadores de América están Cúcuta, Tolima y un tal Deportivo Pasto; a uno le da vértigo.
3. Al otro día Robledo, un sujeto con asombrosa capacidad para emanar de corrido y con aparente seriedad, torrentes interminables de vocablos sin sentido ni compromiso; presentó el asunto como el resultado de una agresión inicial de la fuerza pública y un descuido de la misma al no prever lo que ocurriría en la zona de San Diego (saqueos y destrucción). Antes y después, voceros del gobierno cobraron políticamente los resultados de los desmanes a la dirigencia del Polo. En Indymedia Colombia, desfilaron las fotos y los manifiestos de justificación, las exóticas teorías acerca de la selectividad en los ataques al comercio y uno que otro cuestionamiento que no cayó bien a los incriticables, a los divinos poseedores del monopolio de la insumisión.
4. Salvo por algunos enajenados de ciertas militancias de la "resistencia", la generalidad de los colombianos sabemos que quien se concentra en romper vitrinas y en saquear un almacén de fotografía está mostrando que esa es su plataforma y de ahí en adelante no hay nada. Ni siquiera audacia, pues todo mundo coincidió en la negligencia intencional de la policía y es sabido que los más ideológicos de estos movimientos, los más uniformados con símbolos importados, son liderados y poblados por muchachos de alto estrato, casi todos con visa a los Estados Unidos y cuya presencia en ese tipo de manifestaciones es más impostura que postura.
5. El dilema para el Polo no es deslindarse de unos adolescentes eufóricos. El lío más tenaz es afrontar su proceso de convertirse en un partido político hecho y derecho en nuestro país. En una organización que sabe reproducirse políticamente y utilizar su presente cuarto de hora con provecho. La parte formal del Polo, la amalgama institucional de facciones y clásicos aparatos, es la típica esquizofrenia de una izquierda con ganas de actuar, pero enfrascada en sus definiciones y rótulos. Una cosa hecha de semejante alianza entre tantos que creen que se trata de perseguir a ultranza derroteros rebeldes, tiene dificultades para hacer lo que tiene que hacer. Mientras tiene que lidiar internamente con quienes tienen como reivindicación urgente tal o cual bandera insustancial para la mayoría de los estómagos colombianos. En los partidos tradicionales la gente sabe que va por clientela, por beneficios concretos, por botines electorales que garanticen la reproducción del acceso al poder y la extensión de ese estilo de ganarse la vida. No está obsesionada con cambiarle el nombre a la Avenida Jiménez por Cacique Pirulín, o por prohibir la cocacola, o por cualquier otra batalla irrelevante.
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