Además de anacrónico el juicio, la nota acerca de Marco Antonio y Cleopatra, pasa por alto que una efigie de moneda difícilmente describirá el parpadeo matador, ni el quiebre de cadera, ni las rastreras marrullas (como aquella de "ayúdame tú, que eres más alto"), que sin duda Cleopatra cultivó y practicó con maestría.
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